Esta es una entrada que pensé escribir muchas veces en el Otto Neurath, pero que siempre se me fue olvidando. Llevaba también mucho tiempo escribirla aquí, y hoy me he dicho que de ahora no pasaba. Pienso que os parecerá interesante.
.
Imaginad que os encontráis una lámpara mágica como la de Aladino, con su genio y todo, un genio que, además, tiene la cara de Milton Friedman. Como resulta que recibiste una educación más bien calvinista, en lugar de ponerte a pedirle caprichos y más caprichos, decides dedicarte a hacer negocios con el descubrimiento. Para empezar, se te ocurre entrar en el mercado de las naranjas: gracias al genio, ofreces naranjas estupendas en cualquier punto del planeta en el momento que los compradores las deseen, y las vendes a una décima parte de lo que las vendería otro productor. Naturalmente, el precio de las naranjas se aproximará a cero con rapidez, pero a ti no te preocupa: unas pocas centésimas de céntimo multiplicadas por varios millones siguen suponiendo un beneficio muy sabroso, así que al cabo de poco tiempo te conviertes en el único productor de naranjas del mundo (ya que todos los demás han quebrado), y puedes venderlas a un precio algo más alto, aunque lo suficientemente bajo como para que no sea rentable para nadie más ponerse a cultivar naranjas.
.
Después de esto, decides hacer lo mismo con otro producto cualquiera, digamos que con coches. En seguida cerrarán las fábricas de coches, y tú seguirás engrosando tus cuentas bancarias. Después haces lo mismo con los zapatos, con los cortes de pelo, y así vas absorbiendo un "mercado" tras otro, hasta que en definitiva tú eres el único "productor" u "oferente" que queda en el mundo, pues todas las demás actividades económicas se han ido al garete. Naturalmente, para entonces habrás descubierto que tu demanda ha terminado por disminuir, pues, como nadie puede vender nada (ya que tú lo vendes siempre más barato que ellos), cuando se acaban los ahorros tampoco tiene nadie dinero para pagar tus productos.
.
¿Significa esto que el descubrimiento de un genio como el de Aladino supondría la mayor crisis económica imaginable, cuando la lámpara consiste, más bien en algo que posibilitaría una abundancia infinita? Parece obvio que el resto de la humanidad no iba a contemplar este escenario con muy buenos ojos, e intentaría conseguir robarte la lámpara por la fuerza, o convencerte para que proporcionaras gracias a ella cualquier cosa a cualquier persona a cambio de nada (al fin y al cabo, a ti tampoco te cuesta nada), o bien, si no pudieran conseguir ninguna de las dos cosas (p.ej., porque el genio te proporcionara un ejército invencible con el que resistir los intentos de la gente por "nacionalizar" la lámpara), prohibirían bajo fuertes sanciones que nadie más comerciara contigo (aunque, con la ayuda del genio, te sería fácil conseguir que esa prohibición fuese obedecida).
.
En resumen: si tomamos la lámpara de Aladino como una representación idealizada del progreso tecnológico, ¿nos lleva nuestro cuento a la inevitable conclusión de que la tecnología (o al menos, una tecnología así, o lo suficientemente parecida) no debería estar en manos privadas?
Uno siempre se pregunta en que punto de nuestro actual modelo económico la termodinámica recibe una patada en el trasero y los economistas sueñan con lámparas de Aladino. Pero hay un momento en que algo cruje y se atisba la inconsistencia que sostiene el espectáculo de magia: cuando mezclamos conceptos físicos y económicos, realidad y deseo, valor y precio. Porque sustituir el valor físico de la energía por su precio en el momento en que corre peligro la ilusión conseguida, termina por llevar el engaño al auto-engaño. La tecnología es una muñeca muerta cuando falla el suministro energético y las economías de escala global olvidan que el coste del poder es la dependencia. Sin petróleo barato las naranjas se pudrirán en el almacén y la concentración de poder en cada vez menos manos solo está sirviendo para que quienes acumulan poder de decisión repartan la responsabilidad de sus decisiones entre las víctimas de su despotismo.
ResponderEliminar¡Qué gusto da leer algo que hace pensar!
ResponderEliminarNo estoy seguro de que la lámpara de Aladino sea una buena representación del progreso tecnológico. Hay una gran diferencia: lámpara de Aladino no puede haber más de una, mientras que la tecnología se puede copiar (y cuesta mucho menos que inventarla).
En cambio, creo que sí funciona como metáfora del CAPITAL. Se pueden copiar fácilmente los planos de lo que sea, pero no los millones que cuesta montar la fábrica. Si un capitalista se hace con un buen monopolio (y ningún capitalista que se precie se conformará con menos, porque en un mercado competitivo el beneficio tiende a 0) puede usar los beneficios acumulados para comprar o crear más monopolios, hasta convertirse en el dueño del mundo, como con la lámpara.
Bueno, no se llegará a tanto, porque el mundo es complejo e impredecible, pero si, como parece, menos del 1 % de la población posee más del 50 % del capital, la cosa se aproxima bastante.
El monopolio y sus variantes (oligopolio, etc.) es el talón de Aquiles del capitalismo. Por eso los liberales más radicales lo niegan directamente; yo le leído a uno diciendo, en serio, que el suministro de agua no es un monopolio, porque se puede competir con ellos vendiendo agua embotellada. Otros, más moderados, lo fían todo a leyes e instituciones antimonopolio. Lo cual, aparte de su dudosa eficacia, es irónico: para que los empresarios compitan libremente, hace falta que el Estado les obligue y coaccione.
Me dan tentaciones de decir que la lámpara de Aladino produce una singularidad en la que las leyes económicas carecen de sentido e incluso dedicarle una entrada en los mitos de la razón, pero me temo que la cosa es más prosaica y que, contrariamente a lo que piensa Epicureo, no me parece tampoco una buena metáfora del capital.
ResponderEliminarEl propietario de la lámpara produce y vende barato para comprar a su vez bienes y servicios con el dinero que gana. Si, como dice la entrada, es capaz de gradualmente proveer cualquier mercado, quiere decir que cada vez necesita menos esos dineros. Cuando pueda producir cualquier bien o servicio con la lámpara, simplemente será autosuficiente a precio cero y el resto de la humanidad funcionará aparte de él como si no existiera. Por todo lo que sabemos, podría, al lado de la tetera de Rusell, que quizás era una lámpara, encontrarse este afortunado propietario de todos los bienes que necesita, sin que ello afecte lo más mínimo a la humanidad.
Ahora bien, si este propietario de la lámpara genial tiene a bien proveernos a los demás de todos los bienes y servicios que necesitamos sin recibir nada a cambio seremos, a todos los efectos, copropietarios. También puede proveernos de lo que le dé la gana a él. En este caso, lo que ocurra dependerá de cuál sea esa gana, algo que no define la entrada. Yo también me abstendré de analizar qué pasaría en cada posible gana o en algunas pocas, a no ser que alguien señale alguna gana interesante.
Más interesante es entender qué pasa, no en el límite en que el propietario de la lámpara tiene el poder de satisfacer todos los mercados a precio cero o casi, sino cuando puede satisfacer todos menos unos pocos. Pongamos que lo único que no puede satisfacer el genio es la producción de clases de filosofía. El propietario usará los bienes que produce y venderá a los profesores de Filosofía a cambio de recibir clases. Serán pocos los bienes que saque al mercado, porque serán también pocas (relativamente al tamaño de la humanidad) las clases de Filosofía que pueda recibir. ¿Quiere decir esto que la humanidad se conformará con esos pocos bienes y dedicará todo su esfuerzo a producir las mejores clases de Filosofía a cambio de ellos? No, querrá decir que el intercambio entre el propietario de la lámpara y el resto de la humanidad será muy poco, como lo puede ser el de dos países alejados entre sí. Fuera de este intercambio, cada uno podrá tener su economía lo más o menos desarrollada que se quiera.
El escenario que se está tal vez barruntando en la entrada es el de una sociedad en la que unos pocos son propietarios de todo el capital (fábricas automáticas, robots,...), de manera que los demás son siervos suyos (deportistas, escritores, criados,...) que trabajan para ellos a cambio de los frutos de ese capital. Puede ser, pero habrá que ver cuáles son los límites que marca esa propiedad del capital. Si los siervos reciben pocos frutos, falta por ver la posibilidad de que reaccionen creando su propio capital, su especialización en tareas y producción de bienes que, aunque sea menos productiva que la de los robots, a ellos les servirá si con ello consiguen más que vendiendo su trabajo a los dueños del capital y de nuevo estaremos en la situación anterior. Cuál sea el equilibrio, si con mucha o poca desigualdad, es algo que no podemos decir a priori, aunque desde luego puedes narrar la historia (especificar los parámetros adecuados) para que la desigualdad sea mucha. Para que eso sea relevante faltaría todavía mostrar que esos parámetros son más realistas que otros o, por lo menos, que son lo suficientemente posibles como para molestarnos en estudiar el tema y prevenirlo.
Si desde el punto de vista físico no hay producción o transacción a coste cero, si tal situación se produce en el plano económico es porque hemos conseguido que alguien pague los platos rotos y nuestra alteración de la contabilidad es decididamente interesada. La desigualdad no es un daño colateral, la desigualdad es el objetivo.
ResponderEliminarEn efecto, me refería más al capital que a la tecnología, disculpas por el error.
ResponderEliminarNaturalmente, la cuestión a debatir es la del posible control monopolístico del capital. Y, por supuesto, el "modelo" de Aladino está infinitamente alejado de cualquier sistema físicamente posible, pero nos permite reflexionar sobre algunos supuestos. En particular, señala al que el problema no es tanto el de una lucha "capital vs trabajo" (pues Aladino no necesita trabajo para nada, ni suyo ni de nadie, más que del genio, que es más bien el "capital"), sino los mecanismos de distribución del producto cuando el trabajo tiende a ser irrelevante.
Desde el punto de vista físico podríamos decir que la lámpara es la tecnología, mientras que la energía es el genio. El genio es esclavo de la lámpara y la lámpara es un utensilio de poco valor en ausencia del genio.
EliminarEl economista frota la lámpara y, petrodólares de por medio, obliga al genio a satisfacer los deseos e intereses de la metrópoli en un nuevo modelo de colonialismo.
La diferencia entre el punto de vista físico y el económico, es que mientras en la Fisica el trabajo mínimo necesario para subir un cuerpo de 60 kgs a un décimo piso es el mismo si subimos por las escaleras o en un ascensor, es decir, tiene un valor objetivo y objetivable, en economía solo cuenta como trabajo cuando subimos por las escaleras mientras que cuando subimos por el ascensor el trabajo tiende a ser irrelevante.
Es en esta inconsistencia donde surge una las fuentes de desigualdad en la distribución del producto. Otra de las fuentes puede ser la forma en que se crea el dinero: imprimir dinero no crea mas riqueza sino que altera su distribución. Por último y en un sistema como el actual en plena decadencia energética, mantener a toda costa el sistema financiero se hace fagocitando al sistema productivo.
Jesús:
ResponderEliminarEl ejemplo de la lámpara te permite saltarte todas las restricciones que se puedan poner. Por ejemplo, si con la lámpara puedes producir todo tipo de bien, servicio, persona, parque de auténticos dinosaurios, elixir de la eterna juventud, no hay nada que puedas desear y no puedas tener.
Pero la tecnología de producción masiva de calidad ha abaratado todo y ha puesto al alcance de todos lo que antes apenas podrían soñar los emperadores. Y como la tecnología es posible sólo si hay una sociedad compleja en la que se pueda dar la especialización y la división del trabajo, a más tecnología no sólo mas cantidad de bienes y servicios sino mas valor del individuo en sociedad y, por tanto, más libertad.
Sursum
ResponderEliminarque el desarrollo del capital y la tecnología ha incrementado muchísimo el nivel de vida de la mayoría de los humanos en la mayoría de las sociedades no lo discuto; eso sí, me gustaría ver una demostración formal de lo de que "a más tecnología, más valor del inidividuo y más libertad". Mi cuentecito es un contraejemplo precisamente a eso: dependerá no sólo de la tecnología, sino también de la estructura de propiedad del capital.
Tu cuentecito sólo demuestra que en unas condiciones imposibles ocurre algo impensable. Nada sorprendente.
ResponderEliminarEn cuanto a lo otro, a más tecnología, más especialización de los que la manejan y mayor valor de sus capacidades. Así que pueden negociar al alza su precio en términos de valor económico y político.
Además, no se trata de demostraciones formales sino empíricas: la mecanización del trabajo no permite que los trabajadores sean tratados como siervos sino como partes esenciales e indispensables de una sociedad organizada.
Por eso la tesis de Marx sobre el empobrecimiento progresivo de los trabajadores debido a la mecanización del trabajo falla por su base y sus predicciones con ella. La realidad ha sido diferente de lo que Marx preveía porque su tesis es falsa,
Y, por cierto, dependerá de la estructura de propiedad del capital y del poder político. El monopolio del poder es antisocial cualquiera que sea el objeto de ese poder.
ResponderEliminarEl problema es una oportunidad para que usted cambie y aprender a hacer lo mejor en la vida.
ResponderEliminarHaga esto siempre creo que toda su confianza en sí mismo, y tirar todas sus dudas que acaba limitan a ti mismo para salir adelante.
ResponderEliminar