domingo, 9 de abril de 2023

Todos somos etruscos

Aunque la clásica referencia a “Atenas y Jerusalén” captura el cliché de que la forma de pensar y de ser de los modernos occidentales proviene básicamente de dos grandes raíces culturales (la filosofía griega y el monoteísmo hebreo), el hecho es que probablemente les debemos aún mucho más a los romanos, los verdaderos creadores de la civilización de la que surgió nuestro modo de vivir. Si hay una famosa pregunta tonta en la historia de la comedia, es, por supuesto, "¿Qué han hecho los romanos por nosotros?" de Monty Python. Incluso en el ámbito de la alta cultura, esto era así claramente para un autor perspicaz como Friedrich Nietzsche, para quien

 

Los griegos no pueden ser para nosotros lo que son los romanos. Uno no aprende de los griegos: su manera es demasiado extraña y demasiado fluida para tener un efecto imperativo, "clásico". ¡Quién habría aprendido a escribir de un griego! ¡Quién habría aprendido sin los romanos! (Crepúsculo de los ídolos, “Lo que debo a los antiguos”).

 

Por supuesto, donde Nietzsche dice 'griegos', podría haber escrito 'hebreos' con tanta o más razón aún: la mentalidad de los antiguos israelitas es bastante incomprensible para nosotros. Pero la importancia obvia de Roma como la verdadera cuna de nuestra civilización tiende a oscurecer el hecho de que muchas de las cosas relevantes en las que el mundo romano era tan diferente, y más familiar para nosotros, del de Grecia o Israel es porque los romanos aprendieron cómo ser 'civilizados' (es decir, a verse a sí mismos esencialmente como ciudadanos que habitan una red de ciudades con una vida 'civil') a partir de una cultura de la que quedan muy pocos rastros manifiestos, e incluso ya quedaban muy pocos rastros cuando se creó el imperio romano en tiempos de Augusto. Estoy hablando, naturalmente, de los etruscos.


Los etruscos son un pueblo misterioso no solo por no haber dejado una literatura a través de la cual podamos reconstruir sus ideas y valores, sino también por el hecho de que hablaban una lengua que no estaba relacionada con el latín o el griego, y que ni siquiera era parte de la familia indoeuropea. Su idioma, que en la primera mitad del primer milenio a. C. se hablaba principalmente en la parte centro-norte de Italia, además de en algunos otros pocos lugares en el resto de la península itálica y en Cerdeña, parece estar relacionada solo con un par de otros ejemplos conocidos: el rético (hablado en los Alpes orientales -no confundir con el retorromance, una lengua derivada del latín que se habló en esa misma área siglos después), y el lemnio (una lengua conocida tan sólo por un par de estelas escritas de alrededor del siglo VI a. C., una de ellas conservada como piedra utilizada en la construcción de una iglesia un milenio más tarde).

Para añadir oscuridad al misterio, Lemnos es una isla al norte del mar Egeo, justo en frente de la antigua ciudad de Troya (qué lengua hablaban los troyanos prehelénicos es algo que ignoramos por completo), y esto está muy lejos de las costas occidentales del centro de Italia, el hogar de los etruscos... ¡Pero resulta que los romanos presumían ser ellos mismos descendientes del guerrero troyano Eneas! (aunque el idioma latino obviamente no era parte de la misma familia que el lemniano, como sí lo era el etrusco). ¿Son el rético, el lemnio y el etrusco los restos periféricos de un área más amplia de lenguas habladas en todo el sureste  de Europa antes de la llegada de los indoeuropeos? ¿O son los etruscos y los réticos el resultado de una migración prehistórica desde Asia Menor hacia el norte de Italia? La verdad es que nadie lo sabe.


Sea como fuere, el hecho es que los etruscos elaboraron una forma de ser civilizados que es anterior (o, como mucho, es contemporánea) al surgimiento de la civilización griega "clásica". Los griegos colonizaron la mayor parte de la costa sur de Italia (la Magna Graecia) alrededor de los siglos VIII y VII a. C., tres siglos antes de que algunos griegos consideraran interesante ponerse a escribir libros de historia y, por lo tanto, demasiado pronto como para que los eventos reales de la colonización no hubieran sido sustituidos ya por meras leyendas, de modo que no ha llegado hasta nosotros casi ninguna información fiable sobre la fundación de aquellas colonias. Es indudable, sin embargo, que el contacto con los griegos suscitó muchos cambios en la cultura de los etruscos, comenzando por la adopción del alfabeto, aunque fuertemente modificado para adaptarse a las peculiaridades de sus propias lenguas, que, por ejemplo, carecía de la diferencia entre consonantes sonoras y sordas: para los etruscos, la b sonaba como la p, la g (en su sonido suave, como en “gato”) como la k, y la d como la t. Pero, en cuanto a la creación de algo que podríamos llamar ciudades, y no meras ciudadelas o palacios fortificados (que eran la norma en el mundo griego y fenicio por entonces), se ha argumentado recientemente que los etruscos fueron los primeros en hacerlo en Europa por lo menos cien años antes que los demás, es decir, en los siglos IX u VIII, de modo que la propia Roma (legendariamente fundada en 753 a. C.) en realidad emergió como una ciudad bajo la influencia de un movimiento urbanístico regional del cual fue uno. de sus ejemplos más meridionales, y siendo los griegos todavía una presencia reciente un poco más al sur, y aún no demasiado influyente en cuanto al urbanismo propiamente dicho.

La percepción que los romanos tenían de los etruscos (lamentablemente, no tenemos ninguna evidencia sobre lo contrario, es decir, sobre lo que la opinión que los etruscos tenían de los romanos) parece haber sido de amor-odio. Los romanos se veían a sí mismos (y estaban muy orgullosos de ello) como un pueblo rústico y belicoso mucho más "saludable" que sus vecinos del norte sofisticados, refinados y comparativamente pacíficos y blandengues. Pero, por otro lado, los antepasados de Julio César ansiaban apasionadamente imitar aquel tipo de refinamiento. Muy probablemente, la razón última por la que el mundo terminó siendo "romano" en lugar de "etrusco" fue porque los etruscos parecían satisfechos con construir de una especie de tranquila federación de ciudades independientes, y carecían de la compulsión romana por "colonizar" otros lugares. Los romanos tendían a absorber otros territorios no solo conquistándolos y cobrándoles impuestos, sino obligándoles a ceder algunas porciones de tierra para asentar en ellas a un grupo de romanos, lo que explica la amplia difusión en los siguientes siglos de su propia lengua, el latín. Pero a pesar de su fuerza militar superior (eso sí, sólo claramente manifiesta después de dos o tres siglos de superioridad etrusca, la mejor prueba de la cual es que no pocos de los reyes legendarios de Roma parecen haber sido etruscos ellos mismos), la propia lengua latina deja entrever una inmensa influencia cultural de los etruscos en la forma de vida romana, hasta el punto de que podemos afirmar absolutamente que esta forma de vida es básicamente etrusca. Solo hace falta echar un vistazo, en el apéndice de este artículo, a un puñado de algunas de las palabras 'latinas' más antiguas conocidas, y que revelan raíces no indoeuropeas, es decir, etruscas (ofrezco la traducción solo cuando el significado no es autoevidente). Es verdad que algunas de esas palabras provienen en última instancia del griego, pero incluso en esos casos su fonética muestra que fue su versión etrusca la que heredaron los romanos (por ejemplo, la palabra etrusca littera -letra- proviene del griego diphtera). De hecho, latín solo comenzó a adoptar de modo directo términos griegos unos setecientos años después, en tiempos de Cicerón. (Por cierto, las marcas etruscas claras son terminaciones de palabras como -eus, -enna, -erna, -na, -issa, -ulus o -urnum).


Tal como se puede deducir de los significados de casi todas estas palabras, muchas de ellas nos recuerdan las formas en que una vida urbana, civilizada y conjunta es radicalmente diferente de una vida rural, puramente familiar. El gobierno, la arquitectura, los negocios, el derecho, los rituales organizados, las delicatessen, las telas sofisticadas, los barcos e incluso los ejércitos organizados aparecen aquí como campos en los que aún se puede sentir una profunda influencia etrusca. Aunque quizás los ejemplos más destacables sean aquellos conceptos que hacen referencia a la escritura, al ocio y al entretenimiento. Así pues, cuando en abril asistes a una ceremonia en un templo, o en otoño estás en una taberna con varios amigos, discutiendo sobre literatura, cocina, sociedad o gobierno, en el fondo no eres más que un etrusco.

Pero si todavía te estás preguntando qué han hecho los etruscos por nosotros, hay una cosa más en la que somos profundamente etruscos, y que afecta directamente a la mismísima manera en que pensamos quiénes somos. Pues resulta que los etruscos fueron los inventores de nada menos que la distinción entre ' "nombres de pila" y "apellidos", que es esencial para la forma en que concebimos nuestra identidad. En todos los demás lugares, e incluso en la mayor parte del mundo después de la caída del imperio romano y hasta el final de la Edad Media, a las personas se les daba un nombre singular y, para evitar confusiones con otras personas, a ese nombre simplemente se añadía el nombre de su padre (en el caso de las mujeres, por lo general ni siquiera esto se consideraba necesario). Y si alguien vivía en un lugar diferente de donde nació, se podría agregar una referencia a su origen geográfico en lugar del nombre del padre. Pero esto, que podía funcionar en poblaciones pequeñas, era claramente insuficiente en lugares donde vivían muchas personas con el mismo nombre. Entonces, los etruscos inventaron una forma de nombrar a las personas que los latinos adoptaron con entusiasmo casi desde el comienzo de la civilización romana: la distinción entre el praenomen (algo así como el nombre de pila), el nomen (el apellido, es decir, la designación de la gens a la que se pertenecía; o sea, lo que en castellano terminó llamándose apelllido), y el cognomen (que puede ser una designación individual, o bien referirse a una determinada rama de la gens), sistema que produjo resultados universalmente conocidos como Gaius Iulius CaesarPublius Cornelius Scipio, o Marcus Tullius Cicero. Por supuesto, el sistema que se reinventó en Europa alrededor de los siglos XV y XVI, y que ahora se aplica en la mayor parte del mundo, no coincide exactamente con el método de denominación etrusco-romano, pero está claramente basado en él, y es, por lo tanto, la solución que hemos heredado a un problema fundamental de las sociedades civilizadas: el de disponer de un procedimiento para identificar a numerosas personas que pueden ser totalmente desconocidas entre sí. Por lo tanto, incluso cuando respondes a una pregunta tan simple como quién eres, lo que demuestras es que no eres más que un etrusco.

 

 

 

APÉNDICE

LISTA DE ALGUNOS TÉRMINOS ROMANOS CON RAÍZ ETRUSCA

 

 

Aevum (edad; en español, esta raíz aparece en longevoedad viene de la contracción de aevitatis, y eterno de la de aeviternum).

Alea (dados, y de ahí, aleatorio).

Ancora (ancla).

Antemna (mástil, y de ahí, antena).

Aprilis (abril).

Arena (también, el lugar en el que luchaban los gladiadores).

As (moneda de cobre).

Atrium.

Autumnus.

Burrus (pelirrojo).

Caelum (cielo).

Caepa (cebolla).

Caerimonia.

Calceus (zapato, de donde calzado y calzón).

Calumnia.

Camillus (monaguillo).

Cappa.

Caseus (queso).

Catena.

Cera.

Cisterna.

Coleus (cojón).

Columna.

Cortina.

Crapula (borrachera).

Culina (cocina, y de ahí culinario).

Damnun (daño).

Elementum (letra).

Fascinum (pendiente con forma fálica, y de ahí, fascinar).

Fenestra (ventana).

Forma.

Formica (hormiga).

Ganeo (glotón, y la raíz de la palabra española ganas).

Genista.

Gubernio (piloto de un barco, del griego kybernes).

Histrio (actor).

Idus (día central del mes).

Laena (una capa de invierno, y de ahí, lana).

Lamina (hoja de la espada).

Lanterna (linterna, hueco en el techo para que entre luz).

Littera (letra, y de ahí, literatura).

Lux.

Lucerna (lámpara)

Ludis (espectáculo).

Malva.

Mango (traficante de esclavos, y de ahí, mangonear).

Miles (soldado, y de ahí, milicia y militar).

Mitulus (mejillón).

Mundus (adorno, decoración, orden).

Numerus.

Nummus (moneda, y de ahí, numismática).

Obscenus (una acción ominosa en una ceremonia religiosa).

Palatus (paladar).

Pallium (manto).

Persona (actor con máscara, o la propia máscara).

Populus (pueblo, y originariamente, los miembros de un ejército).

Pulcher (bello, raíz de la palabra española pulcro).

Puteus (pozo).

Rite (debidamente, y de ahí, ritual)

Roma (de la palabra Ruma, la tribu etrusca más meridional).

Rosa.

Satelles (guardaespaldas, y de ahí, satélite).

Saturnus.

Sentina (la parte inferior del interior de un barco, y luego, alcantarillado).

Socius.

Sporta (espuerta).

Spurius (bastardo).

Taberna.

Tapete.

Templum.

Tiber.

Titulus (etiqueta, cartel).

Triumphus.

Tuba.

Tunica.

Turris (torre).

Urna.

Vagina (funda de la espada, y la raíz de vaina).

Velox (veloz).

Verna (nacido esclavo, y de ahí, vernáculo).


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