Escritos sobre gustos
martes, 16 de mayo de 2023
jueves, 4 de mayo de 2023
domingo, 9 de abril de 2023
Todos somos etruscos
Aunque la clásica referencia a “Atenas y Jerusalén” captura el cliché de que la forma de pensar y de ser de los modernos occidentales proviene básicamente de dos grandes raíces culturales (la filosofía griega y el monoteísmo hebreo), el hecho es que probablemente les debemos aún mucho más a los romanos, los verdaderos creadores de la civilización de la que surgió nuestro modo de vivir. Si hay una famosa pregunta tonta en la historia de la comedia, es, por supuesto, "¿Qué han hecho los romanos por nosotros?" de Monty Python. Incluso en el ámbito de la alta cultura, esto era así claramente para un autor perspicaz como Friedrich Nietzsche, para quien
Los griegos no pueden ser para nosotros lo que son los romanos. Uno no aprende de los griegos: su manera es demasiado extraña y demasiado fluida para tener un efecto imperativo, "clásico". ¡Quién habría aprendido a escribir de un griego! ¡Quién habría aprendido sin los romanos! (Crepúsculo de los ídolos, “Lo que debo a los antiguos”).
Por supuesto, donde Nietzsche dice 'griegos', podría haber escrito 'hebreos' con tanta o más razón aún: la mentalidad de los antiguos israelitas es bastante incomprensible para nosotros. Pero la importancia obvia de Roma como la verdadera cuna de nuestra civilización tiende a oscurecer el hecho de que muchas de las cosas relevantes en las que el mundo romano era tan diferente, y más familiar para nosotros, del de Grecia o Israel es porque los romanos aprendieron cómo ser 'civilizados' (es decir, a verse a sí mismos esencialmente como ciudadanos que habitan una red de ciudades con una vida 'civil') a partir de una cultura de la que quedan muy pocos rastros manifiestos, e incluso ya quedaban muy pocos rastros cuando se creó el imperio romano en tiempos de Augusto. Estoy hablando, naturalmente, de los etruscos.
Los etruscos son un pueblo misterioso no solo por no haber dejado una literatura a través de la cual podamos reconstruir sus ideas y valores, sino también por el hecho de que hablaban una lengua que no estaba relacionada con el latín o el griego, y que ni siquiera era parte de la familia indoeuropea. Su idioma, que en la primera mitad del primer milenio a. C. se hablaba principalmente en la parte centro-norte de Italia, además de en algunos otros pocos lugares en el resto de la península itálica y en Cerdeña, parece estar relacionada solo con un par de otros ejemplos conocidos: el rético (hablado en los Alpes orientales -no confundir con el retorromance, una lengua derivada del latín que se habló en esa misma área siglos después), y el lemnio (una lengua conocida tan sólo por un par de estelas escritas de alrededor del siglo VI a. C., una de ellas conservada como piedra utilizada en la construcción de una iglesia un milenio más tarde).
Para añadir oscuridad al misterio, Lemnos es una isla al norte del mar Egeo, justo en frente de la antigua ciudad de Troya (qué lengua hablaban los troyanos prehelénicos es algo que ignoramos por completo), y esto está muy lejos de las costas occidentales del centro de Italia, el hogar de los etruscos... ¡Pero resulta que los romanos presumían ser ellos mismos descendientes del guerrero troyano Eneas! (aunque el idioma latino obviamente no era parte de la misma familia que el lemniano, como sí lo era el etrusco). ¿Son el rético, el lemnio y el etrusco los restos periféricos de un área más amplia de lenguas habladas en todo el sureste de Europa antes de la llegada de los indoeuropeos? ¿O son los etruscos y los réticos el resultado de una migración prehistórica desde Asia Menor hacia el norte de Italia? La verdad es que nadie lo sabe.
Sea como fuere, el hecho es que los etruscos elaboraron una forma de ser civilizados que es anterior (o, como mucho, es contemporánea) al surgimiento de la civilización griega "clásica". Los griegos colonizaron la mayor parte de la costa sur de Italia (la Magna Graecia) alrededor de los siglos VIII y VII a. C., tres siglos antes de que algunos griegos consideraran interesante ponerse a escribir libros de historia y, por lo tanto, demasiado pronto como para que los eventos reales de la colonización no hubieran sido sustituidos ya por meras leyendas, de modo que no ha llegado hasta nosotros casi ninguna información fiable sobre la fundación de aquellas colonias. Es indudable, sin embargo, que el contacto con los griegos suscitó muchos cambios en la cultura de los etruscos, comenzando por la adopción del alfabeto, aunque fuertemente modificado para adaptarse a las peculiaridades de sus propias lenguas, que, por ejemplo, carecía de la diferencia entre consonantes sonoras y sordas: para los etruscos, la b sonaba como la p, la g (en su sonido suave, como en “gato”) como la k, y la d como la t. Pero, en cuanto a la creación de algo que podríamos llamar ciudades, y no meras ciudadelas o palacios fortificados (que eran la norma en el mundo griego y fenicio por entonces), se ha argumentado recientemente que los etruscos fueron los primeros en hacerlo en Europa por lo menos cien años antes que los demás, es decir, en los siglos IX u VIII, de modo que la propia Roma (legendariamente fundada en 753 a. C.) en realidad emergió como una ciudad bajo la influencia de un movimiento urbanístico regional del cual fue uno. de sus ejemplos más meridionales, y siendo los griegos todavía una presencia reciente un poco más al sur, y aún no demasiado influyente en cuanto al urbanismo propiamente dicho.
La percepción que los romanos tenían de los etruscos (lamentablemente, no tenemos ninguna evidencia sobre lo contrario, es decir, sobre lo que la opinión que los etruscos tenían de los romanos) parece haber sido de amor-odio. Los romanos se veían a sí mismos (y estaban muy orgullosos de ello) como un pueblo rústico y belicoso mucho más "saludable" que sus vecinos del norte sofisticados, refinados y comparativamente pacíficos y blandengues. Pero, por otro lado, los antepasados de Julio César ansiaban apasionadamente imitar aquel tipo de refinamiento. Muy probablemente, la razón última por la que el mundo terminó siendo "romano" en lugar de "etrusco" fue porque los etruscos parecían satisfechos con construir de una especie de tranquila federación de ciudades independientes, y carecían de la compulsión romana por "colonizar" otros lugares. Los romanos tendían a absorber otros territorios no solo conquistándolos y cobrándoles impuestos, sino obligándoles a ceder algunas porciones de tierra para asentar en ellas a un grupo de romanos, lo que explica la amplia difusión en los siguientes siglos de su propia lengua, el latín. Pero a pesar de su fuerza militar superior (eso sí, sólo claramente manifiesta después de dos o tres siglos de superioridad etrusca, la mejor prueba de la cual es que no pocos de los reyes legendarios de Roma parecen haber sido etruscos ellos mismos), la propia lengua latina deja entrever una inmensa influencia cultural de los etruscos en la forma de vida romana, hasta el punto de que podemos afirmar absolutamente que esta forma de vida es básicamente etrusca. Solo hace falta echar un vistazo, en el apéndice de este artículo, a un puñado de algunas de las palabras 'latinas' más antiguas conocidas, y que revelan raíces no indoeuropeas, es decir, etruscas (ofrezco la traducción solo cuando el significado no es autoevidente). Es verdad que algunas de esas palabras provienen en última instancia del griego, pero incluso en esos casos su fonética muestra que fue su versión etrusca la que heredaron los romanos (por ejemplo, la palabra etrusca littera -letra- proviene del griego diphtera). De hecho, latín solo comenzó a adoptar de modo directo términos griegos unos setecientos años después, en tiempos de Cicerón. (Por cierto, las marcas etruscas claras son terminaciones de palabras como -eus, -enna, -erna, -na, -issa, -ulus o -urnum).
Tal como se puede deducir de los significados de casi todas estas palabras, muchas de ellas nos recuerdan las formas en que una vida urbana, civilizada y conjunta es radicalmente diferente de una vida rural, puramente familiar. El gobierno, la arquitectura, los negocios, el derecho, los rituales organizados, las delicatessen, las telas sofisticadas, los barcos e incluso los ejércitos organizados aparecen aquí como campos en los que aún se puede sentir una profunda influencia etrusca. Aunque quizás los ejemplos más destacables sean aquellos conceptos que hacen referencia a la escritura, al ocio y al entretenimiento. Así pues, cuando en abril asistes a una ceremonia en un templo, o en otoño estás en una taberna con varios amigos, discutiendo sobre literatura, cocina, sociedad o gobierno, en el fondo no eres más que un etrusco.
Pero si todavía te estás preguntando qué han hecho los etruscos por nosotros, hay una cosa más en la que somos profundamente etruscos, y que afecta directamente a la mismísima manera en que pensamos quiénes somos. Pues resulta que los etruscos fueron los inventores de nada menos que la distinción entre ' "nombres de pila" y "apellidos", que es esencial para la forma en que concebimos nuestra identidad. En todos los demás lugares, e incluso en la mayor parte del mundo después de la caída del imperio romano y hasta el final de la Edad Media, a las personas se les daba un nombre singular y, para evitar confusiones con otras personas, a ese nombre simplemente se añadía el nombre de su padre (en el caso de las mujeres, por lo general ni siquiera esto se consideraba necesario). Y si alguien vivía en un lugar diferente de donde nació, se podría agregar una referencia a su origen geográfico en lugar del nombre del padre. Pero esto, que podía funcionar en poblaciones pequeñas, era claramente insuficiente en lugares donde vivían muchas personas con el mismo nombre. Entonces, los etruscos inventaron una forma de nombrar a las personas que los latinos adoptaron con entusiasmo casi desde el comienzo de la civilización romana: la distinción entre el praenomen (algo así como el nombre de pila), el nomen (el apellido, es decir, la designación de la gens a la que se pertenecía; o sea, lo que en castellano terminó llamándose apelllido), y el cognomen (que puede ser una designación individual, o bien referirse a una determinada rama de la gens), sistema que produjo resultados universalmente conocidos como Gaius Iulius Caesar, Publius Cornelius Scipio, o Marcus Tullius Cicero. Por supuesto, el sistema que se reinventó en Europa alrededor de los siglos XV y XVI, y que ahora se aplica en la mayor parte del mundo, no coincide exactamente con el método de denominación etrusco-romano, pero está claramente basado en él, y es, por lo tanto, la solución que hemos heredado a un problema fundamental de las sociedades civilizadas: el de disponer de un procedimiento para identificar a numerosas personas que pueden ser totalmente desconocidas entre sí. Por lo tanto, incluso cuando respondes a una pregunta tan simple como quién eres, lo que demuestras es que no eres más que un etrusco.
APÉNDICE
LISTA DE ALGUNOS TÉRMINOS ROMANOS CON RAÍZ ETRUSCA
Aevum (edad; en español, esta raíz aparece en longevo; edad viene de la contracción de aevitatis, y eterno de la de aeviternum).
Alea (dados, y de ahí, aleatorio).
Ancora (ancla).
Antemna (mástil, y de ahí, antena).
Aprilis (abril).
Arena (también, el lugar en el que luchaban los gladiadores).
As (moneda de cobre).
Atrium.
Autumnus.
Burrus (pelirrojo).
Caelum (cielo).
Caepa (cebolla).
Caerimonia.
Calceus (zapato, de donde calzado y calzón).
Calumnia.
Camillus (monaguillo).
Cappa.
Caseus (queso).
Catena.
Cera.
Cisterna.
Coleus (cojón).
Columna.
Cortina.
Crapula (borrachera).
Culina (cocina, y de ahí culinario).
Damnun (daño).
Elementum (letra).
Fascinum (pendiente con forma fálica, y de ahí, fascinar).
Fenestra (ventana).
Forma.
Formica (hormiga).
Ganeo (glotón, y la raíz de la palabra española ganas).
Genista.
Gubernio (piloto de un barco, del griego kybernes).
Histrio (actor).
Idus (día central del mes).
Laena (una capa de invierno, y de ahí, lana).
Lamina (hoja de la espada).
Lanterna (linterna, hueco en el techo para que entre luz).
Littera (letra, y de ahí, literatura).
Lux.
Lucerna (lámpara)
Ludis (espectáculo).
Malva.
Mango (traficante de esclavos, y de ahí, mangonear).
Miles (soldado, y de ahí, milicia y militar).
Mitulus (mejillón).
Mundus (adorno, decoración, orden).
Numerus.
Nummus (moneda, y de ahí, numismática).
Obscenus (una acción ominosa en una ceremonia religiosa).
Palatus (paladar).
Pallium (manto).
Persona (actor con máscara, o la propia máscara).
Populus (pueblo, y originariamente, los miembros de un ejército).
Pulcher (bello, raíz de la palabra española pulcro).
Puteus (pozo).
Rite (debidamente, y de ahí, ritual)
Roma (de la palabra Ruma, la tribu etrusca más meridional).
Rosa.
Satelles (guardaespaldas, y de ahí, satélite).
Saturnus.
Sentina (la parte inferior del interior de un barco, y luego, alcantarillado).
Socius.
Sporta (espuerta).
Spurius (bastardo).
Taberna.
Tapete.
Templum.
Tiber.
Titulus (etiqueta, cartel).
Triumphus.
Tuba.
Tunica.
Turris (torre).
Urna.
Vagina (funda de la espada, y la raíz de vaina).
Velox (veloz).
Verna (nacido esclavo, y de ahí, vernáculo).
viernes, 31 de marzo de 2023
La nada nadea: presentación en "Metalibrería"
Os dejo el vídeo de la presentación de La nada nadea con Héctor García Barnés en Metalibrería.
martes, 28 de marzo de 2023
Mediocres de extrarradio.
domingo, 26 de marzo de 2023
Invitación al disparate

Por desgracia para David y sus feligreses, cualquier parecido entre los argumentos que él ataca (y que imagina que son los míos) y los que yo presento en La nada nadea es casi siempre inexistente, o como máximo, tan solo caricaturesco. El artículo de David es, de esta forma, un paradigma de la bien conocida falacia del hombre de paja. (Que los argumentos en su artículo no iban a ser muy finos lo empieza uno a vislumbrar cuando, ya en el final del primer párrafo, el autor suelta eso de que "la frase 'dios no existe' es absurda, y el ateísmo un imposible"... pero bueno, prescindamos de esta cuestión).
En realidad, el artículo de David se centra en una sola de las muchas cuestiones tratadas en La nada nadea (aunque, eso sí, seguramente la más importante de todas): la falta de objetividad de los valores morales, que a mi oponente le parece una tesis no solamente disparatada, sino sobre todo peligrosísima. En resumen, David intenta defender el realismo moral de los peligros que traería el relativismo ético. Por desgracia, el autor no parece considerar necesario mostrar qué fallos puede haber en los argumentos con los que yo defiendo el relativismo, sino que se limita casi siempre a poner de manifiesto lo espantoso que sería aceptarlo. Esto, por ejemplo, le lleva a hacerme decir cosas que una lectura verdaderamente atenta de mi libro le habría indicado que no son las cosas que yo afirmo. Veamos unos cuantos casos:
Por ejemplo, afirma David: "para el autor solo es libre el albedrío que es «autodeterminado», esto es, aquel en el que los demás y el azar tienen efecto nulo. Es solo una libertad disparatada (inhumana) lo que no tenemos." Aparte del burdísimo error de identificar la "autodeterminación" con la idea de que el efecto de factores externos a nosotros sea "nulo" (cuando lo que en realidad quiere decir la noción de autodeterminación es solo que el efecto de esos factores no puede ser "total"), lo más lamentable es que mi crítico debió de saltarse los párrafos en los que yo afirmaba cosas como las siguientes "En realidad, la noción de libertad cuya existencia voy a negar en este capítulo es un concepto muy abstracto, filosófico y restringido... No negaré, por tanto, la libertad humana en otros sentidos que pueden ser muy relevantes", y justo a continuación "la libertad que voy a argumentar que no existe ni puede existir es lo que los filósofos suelen llamar «libre albedrío», o como podemos también denominarlo, libertad en sentido metafísico (pues es una suposición sobre la esencia última e inobservable de nuestro yo). Como decía más arriba, este libre albedrío no consiste en que tengas más o menos opciones entre las que elegir, sino en el supuesto hecho de que tu elección entre dichas opciones posee las siguientes características: a) que podrías haber elegido una opción diferente a la que de hecho has elegido, y b) que tu elección ha sido autodeterminada, o sea, que tú has sido el causante y responsable último de haber tomado esa decisión, que nada te ha forzado a ello, ni siquiera el azar. Insisto, mi negación del libre albedrío no significa que pongamos en duda de ninguna manera que los seres humanos tomemos decisiones o hagamos elecciones voluntarias (de hecho, la mayoría de los animales lo hacen también, con las limitaciones de sus propias capacidades cognitivas y orgánicas); lo único que negaré es: 1) que tales elecciones habrían podido ser distintas, exclusivamente por nuestra voluntad, de como de hecho han sido, y 2) que haya algo en nuestro yo que podamos considerar como la «causa última y autónoma» de que la decisión haya sido la que fue" (La nada nadea, pgs. 173-174). Entiendo que a David el libre albedrío "metafísico" le pueda parecer tan quimérico como a mí (aunque en su caso, por razones distintas, ya que no ha entendido el significado de "autodeterminación"), pero, si tan mal le parece que mis argumentos en defensa del relativismo se basen en mi crítica al libre albedrío, diríase que lo lógico habría sido ver qué hay de malo en esos argumentos sobre el libre albedrío, en vez de limitarse a despreciarlos. Si resulta que yo tengo razón en la tesis de que el libre albedrío "metafísico" no existe porque nuestras decisiones no dependen en último término de nosotros y son, por tanto, inevitables para nosotros, entonces eso deja su realismo moral en una tesitura argumental muy inestable (pues, aunque fuese verdad que hubiera acciones intrínsecamente buenas o intrínsecamente malas, si nuestra decisión de hacer una u otra ha sido en realidad inevitable, ¿qué mérito o demérito moral tenemos por haber elegido el bien o el mal?). Y si no tengo razón, pues lo lógico habría sido dedicar el artículo a mostrar por qué no la tengo (por qué es verdad que tenemos ALGO de autodeterminación, que es lo que mis argumentos niegan). En realidad, el argumento de David en este punto viene a reducirse a lo siguiente: "Queridos lectores, aquí Jesús se mete en un lío filosófico que no merece la pena que os esforcéis en entender porque -confiad en mí- es una bobada que no lleva a ningún sitio".
Sigue diciendo David: "El autor niega realidad alguna precisamente a aquello de lo que tenemos tantísimos juicios e investigaciones. «No existen las verdades morales», afirma, «los valores éticos son siempre relativos y subjetivos», de modo que afirmar que la violación está mal sería un caso de —erróneo— realismo ético. Según parece, existe el realismo cromático —«la silla es roja»—, pero no el realismo moral —«violar a un ser humano es malo»—". Bueno, yo no digo que el realismo moral "no existe"... solo digo que es falso. Pero no sé de dónde se saca David la idea de que para mí sí que "existe el realismo cromático" (o de que el realismo cromático sí que es verdadero), ¡pues se trata precisamente del mismo tipo de argumento! Ciertamente, esto no es algo que haya defendido yo en este libro, por lo que es comprensible que David no atisbe la posibilidad de que lo que yo piense sobre el "realismo cromático" (y creo que lo que pensará él mismo, a poco que reflexione) sea en realidad algo muy semejante a lo que pienso sobre el "realismo moral": ¡pues claro que los colores -entendidos como nuestras sensaciones de color- son meramente subjetivos, y no existen en la realidad "objetiva" que está "fuera de nosotros"!. La silla, evidentemente (a poco que sepamos de física), no es roja en el sentido de que en sí misma no está coloreada con esos tonos que nosotros percibimos al mirarla. Es más, no hay absolutamente ninguna forma de averiguar si los tonos con los que la veo yo son los mismos, o siquiera son parecidos, a los tonos con los que la ves tú. Lo que existe objetivamente son unas ciertas moléculas en la superficie de la silla, que tienen la propiedad física de reflejar las ondas electromagnéticas de determinadas longitudes de onda, pero ni esas moléculas ni esas ondas poseen la cualidad sensorial del "tono rojo" que aparece en nuestra percepción subjetiva. Una vez te das cuenta de esto, la idea de que nuestra sensación de indignación al contemplar lo que consideramos "una injusticia intolerable" quizás, quizás, a lo mejor, es algo igual de subjetivo que nuestra sensación de color rojo al ver la sangre que sale de la víctima. Naturalmente, nuestra visión es como es porque producirnos esas sensaciones nos resulta evolutivamente útil, y nuestro equipo neurológico dedicado a generar en nosotros sensaciones morales es como es, también porque ha resultado evolutivamente útil a la especie. Pero ESO ES TODO. La evolución también habría podido funcionar haciéndonos percibir el rojo con el tono con el que vemos el verde, y viceversa. Y la evolución también habría podido funcionar haciéndonos sentir moralmente indignados por cosas diferentes a las que de hecho nos sentimos (en realidad, y como David no puede ignorar, los humanos nos sentimos indignados por cosas extraordinariamente distintas... eso sí, todos convencidísimos de que nuestros sentimientos morales son los que son correctos, y no los de los demás). Me permito volver a citarme con cierta extensión, en un párrafo de esos que David seguramente se saltó: "El realista moral tiene seguramente la tentación de pensar que, si nuestra capacidad para experimentar sentimientos morales es una propiedad natural de nuestros cerebros, lo más seguro es que esa propiedad haya evolucionado mediante la selección natural, y, por lo tanto, esa capacidad debe de ser algo que permitió a nuestros antepasados estar mejor adaptados a su entorno. Y no hay ninguna duda de que fue así. Pero de nuevo, esto no significa que las opiniones morales en concreto que tenga cada persona tengan que ser objetivamente correctas. Lo que nos da una ventaja adaptativa es tener la capacidad de hacer juicios morales, seguramente porque eso contribuye a un funcionamiento, digamos, más «lubricado» de las relaciones sociales; pero sospecho que, para que se dé este efecto, lo más importante es el hecho de que los miembros de una sociedad compartan algunos juicios morales básicos, más bien que el hecho de cuáles sean los juicios morales que comparten: por eso en unas sociedades predominan ciertas ideas morales y en otras sociedades, otras" (pg. 215).El realismo moral de David Cerdá es, en el fondo, un realismo moral bastante ingenuo, parecido al de quien argumenta a favor de la existencia del "mundo externo" dándole una patada a una piedra. La estrategia recuerda tiernamente al chiste de aquel pueblerino que decía "No sé por qué se empeñan los franceses a llamarle a esto fromage, ¡cuando es tan obvio que es un queso!". A David los hechos morales le parece que están ahí, como algo autoevidente, y no es capaz de imaginar maneras más sofisticadas de defenderlo que la de gritarlo muy fuerte y dando manotazos en la mesa, y por supuesto, tampoco parece capaz de entender los abundantes y sofisticados argumentos que los filósofos llevamos siglos acumulando en contra de ese realismo moral ingenuo. No niego que hay posturas filosóficas bastante elaboradas intelectualmente que ofrecen defensas inteligentes (aunque inviables) de un realismo ético refinado (es de hecho el negocio al que han solido dedicar casi la mitad de su trabajo la mayoría de los grandes filósofos de la historia), pero en el artículo de David, por desgracia, no hay rastro de argumentos de ese nivel de sofisticación.
miércoles, 22 de marzo de 2023
This is philosophy
En la web de RTVE podéis ver todos los episodios.
viernes, 17 de marzo de 2023
lunes, 13 de marzo de 2023
La nada nadea: entrevista en "La noche es bella" (RNE)
Os dejo el enlace al podcast del programa dedicado a "Nada" en el espacio La noche es bella, con la entrevista que me hizo Amaya Prieto sobre La nada nadea.
viernes, 10 de marzo de 2023
La filosofía del futuro y el futuro de la filosofía. Charla en UNED Mallorca.
Os dejo mi charla sobre "La filosofía del futuro y el futuro de la filosofía", impartida en un curso de igual título en enero de 2023.
viernes, 3 de febrero de 2023
Ética con los animales no humanos: un diálogo
Os dejo el vídeo del diálogo sobre los derechos de los animales, que mantuve el otro día con Javier Sádaba (con quien volvía a encontrarme después de ser alumno suyo en el curso 1985-86) y un amable grupo de asistentes en los "Diálogos de Ética y Ciencia" de la Fundación Ortega-Marañón.
miércoles, 4 de enero de 2023
La prehistoria de la filosofía de la ciencia
Os dejo los enlaces a todas las entradas de la serie que hace un par de años fui publicando (en inglés) con el título The prehistory of philosophy of science en el blog Mapping Ignorance. Por cierto, que releyéndola ahora compruebo que mi propósito inicial fue escribir una especie de historia de la filosofía desde la Antigua Grecia hasta el siglo XIX, pero al final me quedé solo en la antigüedad. Quizás alguna vez lo retome a partir de donde lo dejé.
(Podéis verterlas al español con el traductor de google, y quedan bastante comprensibles).
7. La invención de la biología.
8. En busca de los primeros principios.
9. El bajel de Epicuro y el origen del empirismo.
10. Del estoicismo lógico al positivismo lógico.
domingo, 6 de noviembre de 2022
El infierno de Byung-Chul Han.
Os dejo el enlace a mi artículo "El infierno de Byung-Chul Han", que se ha publicado en la revista SCIO.
También podéis ver aquí la charla que di en Metalibrería con el mismo título que el artículo:miércoles, 20 de julio de 2022
lunes, 18 de julio de 2022
Ramón Llull, visionario de la modernidad.
Os dejo el vídeo de mi charla en el curso de verano "Los mundos de Ramón Llull" (Mallorca, julio 2022).