No sé en otros países, pero en España es más fácil para un autor novel conseguir publicar un libro en una buena editorial que lograr los servicios de una agencia literaria. Y eso que lo primero no es que sea un juego de niños, pero lo segundo es lisa y llanamente imposible, al menos por la vía que el sentido común diría que es la normal: presentarte a la agencia con tu obra y esperar a ver si les interesa.
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Algunas agencias (como también algunas editoriales, todo sea dicho) cuelgan el cartel de que "no se aceptan manuscritos no solicitados", lo que inevitablemente le deja a uno pensando cómo carajo se las apañarán para descubrir de qué autores les convendría solicitar un manuscrito. Otras agencias le llegan a cobrar al autor por el "servicio" de averiguar si vale la pena hacerle el inmensísimo favor de incluirlo en su archivo de representados. Otras envuelven su "valor añadido" con el papel charol de un "curso de escritura creativa", en el que también hay que pasar por caja (si no por otros sitios), para ganar el premio de un "contacto". Alguna incluso hay aún más consciente del enorme valor que tiene formar parte de su pool de autores, tanto que ha decidido organizar un "premio literario" cuya guinda es convertirte en "uno de los nuestros". El próximo paso, lo veo, será el desembarco en el sector de las agencias literarias de algún grupo empresarial de intermediarios de productos agrícolas, que instale en un polígono de Cornellà o de Fuenlabrada un buen MercaEscritores, en donde la carne de autor novel se malcompre al peso, con todas las apariencias del legítimo funcionamiento del libre mercado.
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En el único caso en el que mis intentos por conseguir los servicios de una agencia literaria me llevó hasta el mísero nivel 3 de la gran maratón (entrevistarte con una agente en persona), la experiencia fue decepcionante. La mujer dio la sensación de acceder a recibirme sólo porque venía recomendado por un conocido común (al que lamento haber involucrado en ese trance), sin por supuesto haberse molestado en siquiera echar un vistazo a la documentación que le había facilitado previamente sobre mi "perfil" ni mis trabajos, y dándome a entender que tenía cosas mucho más importantes que hacer que perder más de cinco minutos conmigo, y que si alguna vez llegaba a tener éxito, pues que me recibiría con los brazos abiertos, pero que hasta entonces... "te quiero mucho, perrito, pero pan, poquito". Por supuesto, no puedo generalizar, pero ese al menos fue mi caso.
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Lo que da la impresión que falta en el mundo editorial hispánico son personas y organizaciones con el empeño y la misión de descubrir y apoyar a los buenos escritores (no sé, a lo mejor tampoco hay buenos escritores y esa es la madre de todos los problemas, pero lo dudo). Todos, y no sólo los agentes, sino también las propias editoriales e incluso los "críticos" literarios, por no hablar del negocio de los premios y certámenes, parecen jugar a la estrategia de "esperar a que salte la liebre de manera espontánea", y se encuentren con la suerte de "haber descubierto" un diamante en bruto. Las grandes editoriales lo hacen como pesca masiva: sabiendo que el recurso más escaso es el "espacio atencional", intentan publicar mucho para dejar el menor hueco posible en los estantes de las librerías a los sellos más pequeños, aunque sepan que, por término medio, cada "producto" vaya a durar muy poco en el mercado, lo suficiente para que no haya pérdidas, tal vez. Alguno de esos libros tendrá la fortuna de encontrar el detonador que inicie la reacción en cadena que le convierta en un superventas, y la estadística hará cuadrar las cuentas de resultados. Los sellos pequeños seguramente se esfuerzan más en detectar la calidad, pero me da la impresión de que la mayoría se han conformado con encontrar un nicho para ir tirando y poco más, y se dan con un canto en los dientes si sacan unas ventas de 5000 copias por título en promedio. De los premios y de los críticos, mejor no hablamos, pues se han convertido en meras herramientas de márketing. Uno esperaría, entonces, que fueran los agentes literarios quienes intentasen dinamizar (o dinamitar) esta situación, pero parece que están a gusto en su postura meramente acomodaticia.
Siempre queda la posibilidad de ir de puerta en puerta, de foro en foro, de plataforma social en plataforma social, enviar e-mail masivos, y hacer de los conocidos "discipulos publicitarios" de la buena noticia. Ser como un Testigo de Jehova con el "Aalaya" y "Despertad" en la mano mientras se toca el timbre con la otra.
ResponderEliminarLos reyes magos no existen estimado Jesús en esta sociedad neocapitalista, ni siquiera son los padres, hay que inventarlos.
Un saludo
No te creas que no lo hago, Enric
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Supongo que será una mezcla de desconfianza (la ley de Sturgeon es ridículamente optimista) y de endogamia. Para evitarse el trabajo de leer originales de calidad no comprobada, el primer filtro consiste en venir recomendado por alguien del mundillo (a ser posible pariente). La única manera de sortearlo es salir bastante en la tele, con lo que ya tienen la promoción hecha.
ResponderEliminarEl quiz de la cuestión estriba en que los llamados agentes literarios en nuestro país, son personas -españolitos, concretamente- de "carne y hueso" cuya perspicacia, sensibilidad y solvencia no va más allá de la de cualquiera de sus conciudadanos. A falta de un criterio propio por el que guiarse -no lo tienen porque carecen de los conocimientos suficientes para habérselo formado- para discriminar -¡y mira que es fácil con la mierda de nivel que hay!- se dejan llevar por las recomendaciones. Y así, aunque meten la pata, que la meten, consiguen minimizar el marrón a ingerir "¡Coño, Pepo, que Jacobo es el sobrino de Cheche Beristain!"
ResponderEliminar"Aaah" responde Pepo.
A mí una vez, me citó una señora, de estas, en el VIPS de la plaza de los Cubos y fui yo el que, cuando me "cosqué" del palo del que iba la tía, le dije que tenía prisa porque había quedado a cenar con un pivón de cojones y se me hacía tarde.
Y allí se quedó la aguantada de la gorda con su carpetita y sus rebufos. Los cafés, por supuesto, los pagué yo. ;-)
Gracias, Julian
ResponderEliminarCoincido en tu apreciación, desde mi escaso conocimiento.
Saludos
Lamentablemente es una triste realidad: para que las agencias, o editoriales de prestigio, se fijen en un escritor novel y aparquen su prepotencia, tiene que ocurrir un milagro, y para que una obra se lea debe de estar presente en las librerías. Si han sido publicadas por pequeños sellos se ocultan, y si son de coedición "única salida para la mayoría", con mayor motivo. Los escritores con vocación apasionada, se instalan en el círculo con la esperanza de que un día se mueva en espiral.
ResponderEliminarSaludos.
Gracias por tu comentario, Nely; coincido plenamente
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