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Los títulos de las dos tesis doctorales fueron, respectivamente, La verosimilitud de las teorías científicas: investigaciones sobre el concepto de aproximación a la verdad en la filosofía contemporánea de la ciencia (dirigida por Juan Carlos García-Bermejo), y Contribuciones a la economía del conocimiento científico (dirigida por Juan Urrutia Elejalde). Con notables modificaciones, las tesis acabaron siendo publicadas en forma de libro, con los títulos Mentiras a medias (UAM, 1996) y La lonja del saber (UNED, 2003).
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Ambos eran temas que, en el momento de empezar a trabajar con ellos, tenían aparentemente "un gran futuro por delante". El problema de la verosimilitud había sido abordado en primer lugar por Karl Popper, en un escrito que fue recogido en 1963 en su libro Conjeturas y refutaciones, y con el que intentaba formular en términos precisos qué podía significar la idea de que una serie de teorías científicas, aunque todas ellas fueran falsas literalmente hablando, podían aproximarse más y más a la verdad. Curiosamente, la formulación de Popper no recibió mucha atención por parte de los filósofos de la ciencia durante unos diez años, pero en 1974 se publicaron sendas demostraciones de que la formulación era inconsistente, lo que generó un "boom" de intentos, por parte de otros autores, de encontrar una definición de "verosimilitud" más adecuada desde el punto de vista lógico y más útil para entender la dinámica de las teorías científicas. El punto culminante de ese "boom" fue en la segunda mitad de los 80, cuando aparecieron varios libros muy importantes sobre el tema (destacando los de Ilkka Niiniluoto y Theo Kuipers), y que fue justo cuando García-Bermejo me animó a investigar sobre él para mi tesis doctoral (hasta entonces, yo tonteaba con un proyecto sobre la idea de "base empírica" en la concepción estructuralista de la ciencia, algo sobre lo que finalmente publiqué un par de papers más de una década después).
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El caso es que, para gran sorpresa (creo) de mi director y de los miembros del tribunal que me concedió el doctorado, conseguí hacer algo que por aquel entonces (principios de los 90) era absolutamente insólito en el mundillo hispánico de la filosofía de la ciencia: publicar un artículo con el resumen de mis principales ideas sobre el tema en una de las mejores revistas del mundo en el área de la filosofía analítica (Synthèse; el artículo se tituló "Truthlikeness without Truth: A Methodological Approach", 1992). La sorpresa debió de ser mayor teniendo en cuenta que yo nunca había hecho estudios en el extranjero, ni tenido una estancia de investigación en otro país, y ni siquiera había acudido a ningún congreso fuera de España, y para más inri, yo prácticamente no hablaba inglés (en el colegio y el instituto había estudiado francés, y mi inglés se reducía a algunos cursos esporádicos en academias y, por supuesto, a muchas lecturas de libros y artículos académicos). La revisión idiomática de aquel manuscrito ha tenido que ser una de las más titánicas que nunca hayan hecho en la oficina editorial de Synthèse, y recuerdo recibir -por fax- algo así como cuatro o cinco páginas de correcciones. Con suerte, aunque sin haber pisado un aula de inglés más que unas pocas veces desde entonces, ahora mi dominio del idioma ha mejorado lo suficiente para que las revistas no pongan el grito en el cielo al recibir mis manuscritos.
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Pero no era este el asunto del que quería hablar. El caso es que seguí publicando durante los siguientes años algunos artículos sobre verosimilitud, pero, para mi pasmo, el interés mundial por el tema se volatilizó casi inmediatamente después de que me incorporase a la discusión académica sobre el tema: en la segunda mitad de los 90, y no digamos ya a partir del 2000, ha sido poquísimo lo que se ha publicado sobre ello. Sospecho incluso que buena parte de los filósofos de la ciencia más jóvenes ni siquiera han oído hablar del tema, y si lo han hecho, lo consideran como una especie de "intento fallido" que se abandonó por conducir a un montón de dificultades... ¡dificultades que precisamente mi propia teoría de la verosimilitud permitía resolver de manera bien elegante!
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Como en el caso anterior, también logré publicar algunos trabajos sobre el tema en revistas de primera línea (aunque en este caso no creo que nadie se sorprendiera ya), e incluso fui encargado, varios años más tarde, de elaborar algunos artículos panorámicos sobre el asunto para publicaciones del máximo nivel (algo en lo que también fui de los pioneros dentro de la filosofía de la ciencia en España). Pero... volvió a pasar. Tras las valientes intentonas de Kitcher y Goldman, y tras un puñado de trabajos por parte de unos cuantos economistas (y, en cantidad todavía menor, filósofos), incluso los propios iniciadores del asunto dejaron de trabajar en él. Es más, desde 2005 no se ha publicado prácticamente nada sobre el tema, casi con la única excepción de dos o tres artículos míos, y, como en el caso de la verosimilitud, mi impresión es que la mayor parte de los filósofos de la ciencia sencillamente ignoran que existe.
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Así que, ya lo sabéis, si alguien tiene un interés especial en que se deje de hablar sobre un tema, la solución es fácil: por un precio que negociaríamos, estaría dispuesto a hacer una nueva tesis doctoral.
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