Este mundo interior que me atosiga,
que me acompaña desde tan pequeño,
que más que dominarlo, él es mi dueño,
que parece un dragón en la barriga;
esta idiotez -perdona que te diga-
que no se va por mucho que me empeño,
que hace a mi mente arder igual que un leño,
que hace a mi mente arder igual que un leño,
que me humilla, me aturde y me fustiga;
este ser yo sin más, absurdamente,
este vivir de lejos cada día,
este sentirme siempre diferente,
esta dichosa ley de extranjería
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