lunes, 23 de marzo de 2015

La democracia y el mito de la representación proporcional



La política existe porque la verdad no es relativa, es decir, porque cada persona quiere que el mundo sea de modo distinto a como quieren otros, y el mundo no puede ser como quiera cada uno, sino sólo de una manera. Si la verdad fuera relativa, no haría falta aprobar leyes. Si tú quieres que el aborto esté permitido y otro quiere que esté prohibido, entonces, si la verdad fuese como a cada uno le parece, bastaría con que tú creyeras firmemente que está permitido y el otro creyera que está prohibido; tú vivirías feliz en un mundo con aborto libre, y tu vecino lo haría en un mundo sin aborto. Por desgracia, todos sabemos que no es así de fácil: o bien el aborto se permite, o bien se castiga. Unos ganan y otros pierden. Por eso hay política: porque sobre cómo queremos que sea el mundo no basta con desear, sino que hay que elegir, y, salvo que tengamos una dictadura absolutista, hay que elegir de modo colectivo, teniendo en cuenta los deseos, preferencias y opiniones de más de uno. El proceso de transformar los múltiples deseos, preferencias y opiniones de muchos individuos en una única decisión sobre cuáles van a ser las leyes vigentes, eso es la política, ni más ni menos.
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La idea central del concepto de democracia es, a priori, muy sencilla: que en ese proceso de aprobación de las leyes la opinión de cada individuo cuente lo máximo posible. Por desgracia, sabemos desde hace tiempo, no sólo que este ideal es difícil de llevar a la práctica, sino que considerado hasta sus últimas consecuencias es lógicamente imposible (véase el teorema de Arrow). No voy a entrar, de todas formas, en tecnicismos matemáticos y filosóficos demasiado profundos, y me limitaré a comentar un problema que mucha gente parece tener con la comprensión de los mecanismos de representación democrática. En particular, voy a intentar convenceros de que dos características que muchos piensan que serían de un modo u otro "ideales" en los sistemas democráticos, son en realidad mutuamente contradictorias. Se trata de estas dos ideas:
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A) Lo más democrático es la participación directa: que todas las leyes se aprueben mediante referéndum.
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B) En caso de que optemos por una democracia representativa, lo más democrático es la representación absolutamente proporcional.
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Pues bien, mi tesis es que, como digo, A y B se contradicen entre sí, o más exactamente: las razones por las que la gente suele pensar que A es lo ideal, contradicen las razones por las que esa misma gente suele pensar que B es lo segundo mejor después del ideal. Veámoslo.
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En los sistemas no totalmente proporcionales (el que tenemos en España, por ejemplo), el porcentaje de escaños que obtiene un partido puede ser diferente del porcentaje de votos que le han dado los ciudadanos. En concreto, lo que suele ocurrir es que los partidos que obtienen más votos obtienen un porcentaje de escaños mayor que su porción de votos, y al revés; incluso muchos partidos no obtienen ningún escaño a pesar de haber obtenido un número de escaños no despreciable. A mucha gente le da la impresión de que esto es "injusto", y la razón que dan (aparte de la mera ilusión cognitiva de que la proporcionalidad estricta tiene algo de "intrínsecamente justo"), es que un sistema no totalmente proporcional "hace que algunos votos valgan más que otros".
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Ahora bien, ¿qué pasa con la opción A, la de la "democracia directa"? Pues lo que pasa es, ni más ni menos, que en ese sistema, cada vez que se vota una ley, todos los votos de los ciudadanos que han votado en contra de la opción ganadora terminan "no valiendo nada", incluso aunque sean un 49,99% del total. Si la ley sobre el aborto se aprobase por referéndum y yo votase a favor de su legalización, pero ganase la opción prohibicionista, entonces mi voto, y con él mi opinión, "no valdría nada", es decir, no habría conseguido tener ninguna influencia en la ley que se ha aprobado. Esto es exactamente lo mismo que sucede si voto a un partido que no obtiene el número suficiente de votos para obtener representación en el parlamento: en este caso, mi opinión sobre todo un paquete de temas (en vez de sólo sobre una ley en concreto), opinión supuestamente representada por el partido al que he votado, tendrá nula influencia en el proceso de elaboración y aprobación de las leyes en el parlamento.
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Es decir, la razón por la que a menudo se piensa que es "mala" la democracia representativa no-proporcional tendría que ser, si realmente uno la aceptase hasta sus últimas consecuencias, una razón para aceptar que la democracia directa también es "mala" (pues ambas hacen que haya votos que "no valgan nada").
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Esta contradicción se deriva (aparte del fetichismo de la proporcionalidad aritmética) de una concepción ingenua de en qué consiste la política, y en concreto, de cuál es la función de los votos y de los parlamentos. Creo que no es mala cosa contribuir a deshacer este error tan común. El error consiste en que, según el modelo mental de "democracia", ingenuo y supersimplificado, que mucha gente tiene en la cabeza, los únicos elementos relevantes serían las opiniones idiosincráticas de cada individuo, y su agregación mediante la regla de la mayoría; todo lo demás serían "fricciones" que impedirían cumplir el "ideal" de la democracia directa, igual que el rozamiento impediría aprovechar al máximo la velocidad de los vehículos (cuando la verdad es que nuestros coches pueden circular gracias al rozamiento). Esto es un error, como digo, porque la principal función de los procesos democráticos no es representar las opiniones de los individuos lo mejor posible, sino elegir leyes que puedan ser aceptables para el mayor número posible de individuos, incluso aunque esas leyes no sean las favoritas de ningún individuo.
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Dicho de otra manera: los procedimientos democráticos no son fundamentalmente procesos de representación, sino procesos de negociación. La representación, en el mejor de los casos, no es la finalidad de la democracia, sino una de sus herramientas con las que conseguir su auténtico objetivo, a saber, el que las leyes vigentes en una sociedad tengan el mayor grado de consenso posible.
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Dije al principio que existe la política porque, por desgracia, la verdad no puede ser más que de una manera (al menos en muchos temas importantes), y que sobre muchas cosas los individuos tenían opiniones y deseos mutuamente enfrentados. Ahora bien, es importante darse cuenta de que tus preferencias no sólo dicen cuál es, por ejemplo, la mejor ley posible para ti sobre el aborto, o sobre las pensiones, o sobre el sistema educativo, etc. También dicen qué opciones sobre cada una de estas cosas te parecen mejor o peor, qué opciones te parecen aceptables aunque no ideales, y qué opciones te parecen inaceptables aunque no sean la peor de todas. Puesto que las leyes van a estar vigentes para todos los miembros de la sociedad (o eso, al menos, se supone en una democracia), lo que hace de la política un arte extremadamente difícil y extraordinariamente necesario es que hace falta ser capaz de encontrar propuestas legales que, aunque no sean las mejores posibles desde el punto de vista idiosincrático de casi ningún individuo, sean aceptables para una cantidad de personas lo bastante grande. Es decir, el arte de la política es el arte de negociar: saber a qué se puede renunciar a cambio de qué, con quién se puede contar para ganar un aliado en cierto tema a cambio de conceder alejarte de tu óptimo en otro tema. Es por eso, sobre todo, por lo que existen los parlamentos, no, sobre todo, para "representar" a los votantes en el sentido de "hacer que se escuchen sus opiniones", sino para "representarlos" en el sentido de ser sus agentes, de haber recibido de ellos la capacidad para negociar con otros representantes cuáles van a ser las leyes que el parlamento apruebe.
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Por eso los sistemas no-totalmente-proporcionales no son tan malos: primero, porque hacen la negociación más fácil al reducir el número de "agentes" que deben ponerse de acuerdo; segundo, y tal vez más importante, porque fomentan que la negociación (o sea, la formación de "paquetes de propuestas" que tal vez no coincidan con las favoritas de ninguna persona en particular,  pero que son lo bastante satisfactorias para un conjunto relativamente grande de individuos) se lleve a cabo desde antes de las elecciones. Un partido político no es, en definitiva, más que una máquina de elaborar tales "paquetes de propuestas", e incluso aunque no acuda a las elecciones "aliado" con otros partidos, él no deja de ser una "alianza" de varias, o muchas, personas o grupos o tendencias. Pero los sistemas-no-totalmente-proporcionales incentivan incluso que los partidos pequeños se unan, pues obtendrán un total de escaños mayor si todos sus votos se suman, que la suma de los que habrían obtenido por separado. Estos sistemas, por lo tanto, propician que los partidos lleguen al parlamento con parte de los deberes hechos, es decir, con propuestas que no sean excesivamente idiosincráticas sino que resulten satisfactorias ya para un número significativo de personas.
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El mito de la democracia directa (entendido como un simple método automático para transformar opiniones en leyes mediante la regla de la mayoría, y no como un proceso de negociación en particular), y el de la representación-absolutamente-proporcional, nos llevarían, en realidad, a una sociedad secuestrada por el radicalismo; no necesariamente por el radicalismo de izquierdas o de derechas, sino por el radicalismo de la idiosincrasia personal, en el que uno se encabezona en sus ideas (sean éstas las que sean) y simplemente vota en contra de todo lo que no coincida con su opinión. La democracia, si es algo de valor, consiste justo en ayudarnos a superar ese radicalismo de las idiosincrasias.

12 comentarios:

  1. Estupenda la explicación. La única pega es que esta descripción teórica de la democracia representativa no acaba de corresponderse con la práctica, al menos en España.

    Según mi impresión, generalmente no vota uno "paquetes de propuestas" (¿Qué votante compara programas electorales? ¿Qué partido los cumple?). Más bien se elige entre partidos o hasta entre personas individuales, los "líderes" y sus idiosincrasias. Y esto explica que haya tantos votos "desperdiciados".

    España, como pocos países, tiene un sistema político que da todo el poder al líder del partido que saque mayoría suficiente (tiranía electiva). Esa persona controla en la práctica el ejecutivo y el legislativo, hace todos los nombramientos y todas las leyes. Debido a ello, la negociación brilla por su ausencia, salvo con algún que otro nacionalista periférico (o ahora con la UE).

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  2. Entiendo lo de la democracia directa, pero no lo de que la proporcionalidad fomente la fragmentación, es cierto que la no proporcionalidad (como el sistema d'hont) ayuda a unificar esquemas, pero eso tampoco lo veo bien en procesos de negociación representativa puesto que tiene un tinte del fallo que adolece la democracia directa, es decir, las opciones que menos votos tengan corren el riesgo de quedar anuladas pese a tener, según esos votos, una cantidad de ciudadanos representativa respecto a otros partidos.

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  3. Hola Jesús, como intentaba decir en Twitter, quizá cabe considerar dos objeciones a tu argumento, una teórica y una empírica:
    1) Objeción teórica: creo que en el argumento se barajan tres ejes distintos: (1) el eje negociación/agregación simple (donde lo segundo es votar y que gane mayoría, por ejemplo, en una decisión binaria dada del tipo "si/no", y lo primero es negociar lo que se va a votar, pero luego votar exactamente igual; o sea, la diferencia es únicamente si se añade negociación o no antes del proceso de agregación de preferencias); (2) el eje representación/voto directo (que como tal es teóricamente independiente del primero, pues puede afectar tanto a una negociación como a una votación: negociamos directamente o mediante representantes; votamos una ley directamente o mediante representantes), y (3) el eje proporcionalidad/no proporcionalidad en la representación, cuando esta exista, que también es independiente del primero, pues en ningún sitio está escrito que los representantes deban negociar nada (por ejemplo, no lo harán si son simples compromisarios).
    Puestas así las cosas, diría que no hay contradicción alguna entre preferir, en el segundo eje, el voto directo a la representación, cuando de votar o negociar algo se trata, y preferir, en el tercer eje, la proporcionalidad a la no proporcionalidad, cuando de representantes se trata (y ello independientemente de lo que uno prefiera en cada eje, ahí no me meto). Que haya o no negociación, algo que como he dicho es independiente de ambas cosas, no veo por qué afecta a esta compatibilidad entre ambas preferencias. Diría que puedes defender normativamente una preferencia concreta en cada eje, la que sea, sin necesidad de sostener que existe contradicción entre defender una cosa en un eje y otra cosa en el otro (algo que no veo viable).
    Quizá incluso añadiría una objeción normativa a esta objeción teórica, y es que no estoy seguro de que la función de la democracia sea primordialmente la negociación; creo que eso incurre en la tendencia (a mi juicio a evitar) a definir "democracia" como todo aquello que uno prefiere políticamente. Preferiría definir democracia de forma mucho más "descargada", como un simple procedimiento de decisión en el que todos los afectados tienen una oportunidad igual de hacer valer sus preferencias. Si uno considera además que es normativa o políticamente "bueno" que las decisiones colectivas, democráticas o no, se tomen tras una negociación (o tras una deliberación racional, posibilidad que no se menciona), eso sería una consideración adicional, pero no definitoria necesariamente de lo que es "la democracia".

    2) Objeción empírica: creo que para un científico politico sería difícil de aceptar la tesis según la cual la proporcionalidad dificulta la negociación; las leyes de Duverger y otras muchas evidencias al respecto parecen indicar más bien lo contrario: a mayor proporcionalidad en la representación, mayor número de partidos, más dificultad para formar mayorías unipartidistas, y por tanto mayor necesidad de negociación para poder aprobar leyes y formar gobiernos. Yo diría que hay correlación positiva entre grado de proporcionalidad de una ley electoral y, por ejemplo, frecuencia de gobiernos de coalición o número de partidos que es necesario incorporar al consenso para aprobar una ley. Eso no quita que puedas defender la no-proporcionalidad por otras razones, pero esa razón en concreto me parece que debería llevar a la conclusión opuesta.

    Perdona el rollo, pero son temas que discuto bastante en clase y me interesan!
    Jose

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  4. Epicúreo:
    no digo que votar a un partido sea votar un "paquete de propuestas", sino votar a un "mecanismo de formación de paquetes de propuestas". Es decir, al votar a un partido lo conviertes en tu "agente" para participar en la elaboración de propuestas legales. Por supuesto, cada partido puede participar en esa elaboración de maneras muy diferentes, pero, no nos engañemos, cada ley que se aprueba es el resultado de muchas negociaciones, aunque a veces sea sólo entre las distintas corrientes o fuerzas dentro del partido gobernante (si tiene mayoría absoluta), y por supuesto, con las fuerzas sociales o económicas a las que el partido gobernante le convenga satisfacer en mayor o menor medida.

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  5. Guillermo
    la cuestión es que, cuando se vaya a aprobar una ley, los que están en contra, o sea, las minorías (y tanto más cuanto más minoritarias sean) van a terminar perdiendo, y sus votos en contra "no van a valer nada". Pero eso, de por sí, no es malo: en eso consiste que sean una minoría en una votación. Los partidos que obtienen pocos votos son, simplemente, eliminados en los sistemas no proporcionales como una especie de "eutanasia": ya que van a perder las votaciones del parlamento, mejor que no sufran (es broma). Eso les incentiva a unirse en agregados electorales más grandes, como les está pasando ahora a UPyD con Ciudadanos y a IU con Podemos.

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  6. Jose:
    es que el tema de la negociación es fundamental, eso es lo que hace difícil la actividad política y por lo que es necesario dejar en manos de "expertos" buena parte de ese trabajo (la cuestión es, obviamente, quién y cómo elige a esos expertos).
    Entiendo que lo que sugieres sería algo así como votar un parlamento (y elegir un ejecutivo) que se encargara únicamente de la parte "negociación", es decir, elaborar las propuestas le ley, y que luego esas propuestas se votaran por referéndum. Admito que podría ser un sistema interesante, aunque, tal como yo lo veo, la inmensa mayoría de las leyes son (necesariamente) tan complicadas, y las negociaciones que han llevado a que sea razonable (o no) elaborar esa propuesta de ley en vez de cualquier otro de los cientos de alternativas posibles, son tan complejas, que a mí personalmente la idea de ponerme a estudiar cada una (y supervisar provisionalmente el proceso de negociación) me parece que me supera, tanto en capacidad como en ganas y en tiempo, así que prefiero delegar en los representantes políticos no sólo mi derecho a participar en la negociación (aparte, claro está, de que en ciertos asuntos se abran algo así como foros de debate ciudadanos), sino también mi derecho a votar a favor o en contra de cada propuesta de ley (salvo, tal vez, algunas cosas importantes que estaría bien que se sometieran a referéndum).
    Y además de ello, está mi temor a que la opinión que se acaben formando muchos ciudadanos sobre la conveniencia o no de votar a favor o en contra de una ley sea una opinión tan precaria y poco racional como pueda ser la mía en muchos de esos temas, así que, como no me fío de que las leyes aprobadas por referéndum fueran a ser muy razonables, estoy a favor de que el proceso legislativo sea llevado a cabo por representantes elegidos por el pueblo, en vez de por votación directa (salvo, como digo, algunas cosas importantes, como la constitución y ya veríamos qué más).

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  7. Creo que se os olvida que gran parte del poder de negociación de los colectivos no se determina por los votos. La facultad de influir en el funcionamiento de la sociedad es también algo que se usa en esas negociaciones previas. En un sistema de referéndum es imposible que se pueda negociar previamente y te juegas que el consenso mínimo salte por los aires si alguien se siente muy perjudicado.

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  8. Totalmente de acuerdo, Creu.
    Por cierto, lo que dices me recuerda una analogía con mi campo (la filosofía de la ciencia). Según los positivistas del Círculo de Viena, los conceptos científicos tenían significado sólo en la medida en que eran reducibles a experiencias observables; los filósofos posteriores consideraron, en cambio, que los conceptos obtienen gran parte de su significado a partir de los principios y las redes teóricas de las que forman parte, y el contacto con la experiencia, con lo observable, sólo se hace en algunos puntos de esa red. El "representacionismo" ingenuo sería una posición análoga al "positivismo ingenuo", en el sentido de que piensa que la legitimidad democrática consiste únicamente en la representación, lo más directa y proporcional posible. En cambio, mi postura es que la legitimidad democrática requiere únicamente que haya ALGUNOS (no necesariamente muchos) puntos de contacto entre los "agentes (representantes) negociadores" y los ciudadanos, siempre que una gran mayoría de éstos esté de acuerdo con delegar esa capacidad de agencia/negociación/representación.

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  9. Veo una clara contradicción en tu propuesta ya que el sistema de elección no proporcional facilita las mayorías absolutas, que tanto se han dado en nuestro país y con ellas desaparece la negociación y se propicia la "dictadura" de un solo partido, el "rodillo" como le llaman los medios de comunicación. En resuman: a más "rodillo" menos negociación, ¿no crees?. El sistema proporcional permite la entrada de más partidos, evita las mayorías absolutas y por lo tanto, propicia la negociación.

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  10. Dete
    Vamos a ver: que sean más o menos fáciles las mayorías absolutas no implica que desaparezca la negociación. Los sistemas mayoritarios, como el británico, el francés o el americano, son bastante más "bipartidistas" que el nuestro, en ellos hay más a menudo mayorías absolutas que en el nuestro, pero en ellos hay muchísima negociación. Lo que favorecen los sistemas que se acercan más a la regla mayoritaria que a la proporcional son las negociaciones DENTRO de los partidos, pues hace falta combinar muchas ideas y opiniones diferentes para formar un partido grande. Es lo que está pasando ahora con UPyD y Ciudadanos, p.ej.: tendrán que negociar un montón para unirse y poder tener mejores expectativas electorales. Es decir, en los sistemas más cercanos a la representación mayoritaria, hay bastante más negociación PREVIA a las elecciones que en los sistemas más proporcionales.
    Dicho de otro modo: en un sistema puramente proporcional hay muchísimos partidos entre los que elegir, y puedes confiar en que seguramente habrá algún diputado que representa con mucha exactitud tus propias preferencias, pero tienes muy pocas expectativas de que ese diputado consiga que se apruebe alguna ley con la que tú estés de acuerdo (si se limita a votar "no" a todo lo que no está de acuerdo con tus opiniones). En cambio, en un sistema mayoritario (o menos proporcional), hay menos partidos ente los que elegir, y te tienes que hacer a la idea de que el partido que prefieres de entre todos ellos no representa EXACTAMENTE tus opiniones, sino que es YA el resultado de intentar combinar las de mucha gente que piensa parecido a ti en unas cosas y distinto a ti en muchas otras (aunque no tan distinto como los otros partidos, claro: por eso lo prefieres).

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  11. Hola,

    Muy interesante la entrada pero me cabe una duda:
    Como crees que debemos decidir que aspectos caen dentro de la esfera pública y por lo tanto sujetas a algún tipo de votación y cuales no?

    Me refiero por ejemplo al sistema de pensiones.

    Saludos

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  12. Hola, Unknown
    La cuestión de dónde poner el límite entre lo público y lo privado es, en mi opinión, siempre una decisión política, y por lo tanto, pública, y preferiblemente a decidir con el mayor consenso posible.
    Un saludo

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