sábado, 27 de diciembre de 2014

Si no me gusta Podemos, ¿soy un atracador?

Copio un comentario mío en el blog "Opiniones de un paleto".
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Yo no creo ser precisamente un "atracador", pero no me fío ni un pelo de que el vendaval de Podemos no vaya a traernos más desgracias de las que se lleve (si es que se lleva alguna). La gente ha sintonizado, por pereza intelectual más que otra cosa, con la idea de que el principal problema de España es la corrupción y de que mandando a los corruptos a la cárcel vamos a atar los perros con longaniza, y sinceramente, creo que es una idea de lo más infantil y peligrosa. Confío en que la sensatez de suficientes españoles consiga que Podemos no se alce con todo el poder, y que, en una situación de capacidad negociadora, pero no de imposición de sus delirantes intenciones, sirvan al menos para que la política y las instituciones tiendan algo más a la izquierda.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

¿Cuánto vale una tonelada de libros en medio de la selva?

Interesante pregunta la que hacen en Jot Down. Os copio mi respuesta:
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Yo he visto montañas de libros en los almacenes de las editoriales, distribuidoras, bibliotecas e imprentas (a veces, montañas de libros míos), no sólo sin valor, sino suponiendo un coste de almacenamiento que aconsejaba como única solución razonable la de venderlos al peso para volver a convertirlos en pasta de papel. Una parte formidable de los libros que hay por el mundo no sólo no hay gente dispuesta a pagar por comprarlos, sino que ni siquiera hay nadie dispuesta a leerlos aunque fuese gratis. Una, cien o un millón de toneladas de libros de esos seguirían teniendo ningún valor en medio de una selva o en el fondo del océano. No caigamos en el fetichismo, por favor.

viernes, 28 de noviembre de 2014

A VUELTAS CON EL LIBRE ALBEDRÍO

Para los que echabais de menos las discusiones filosóficas del Otto Neurath, aquí os traigo un fragmento de un debate que estamos teniendo sobre el libre albedrío en el blog La nueva ilustración evolucionista. El otro tertuliano es el viejo amigo Enric Rodríguez.


  Cada SUCESO INDIVIDUAL que ocurre en la naturaleza (cada combinación concreta de situaciones de partículas físicas), ocurre y se desarrolla con unas probabilidades determinadas. Pero usted no sólo dijo eso, sino que afirmaba que las probabilidades estaban determinadas (interpreto que exclusivamente) por las LEYES FISICAS.
¿¿??? Bueno, las leyes físicas SON eso que determina las probabilidades que sean. La cuestión es que no puede haber determinaciones INCOMPATIBLES ENTRE SÍ. Si una parte de las leyes (digamos, las que describen el movimiento de las partículas subatómicas) determinan que la probabilidad de que un electrón vaya de A a B es del 80%, y otra parte de las leyes (digamos, las que resultan de los procesos de "emergencia" a los que te refieres) determina que esa probabilidad es del 10%, entonces alguna de las dos leyes son incorrectas. Y como las primeras leyes las conocemos con bastante confianza, y las segundas no son más que un sueño, o en el mejor de los casos, unas cuantas conjeturas apañaditas pero poco fiables, pues mira, prefiero pensar que no hay tal cosa como esos "procesos de emergencia que pueden alterar el comportamiento que las partículas subatómicas tendrían si se tuvieran en cuenta sólo las leyes de las partículas subatómicas".
Por otro lado, si (como pienso), hay algo así como "procesos de emergencia" (yo prefiero decir "superveniencia", pero bueno), que hacen que podamos describir con relativo éxito varios "niveles" en los sistemas objetivamente reales, pero que esos procesos NO ALTERAN las probabilidades que las leyes de las partículas subatómicas determinan para el movimiento de estas partículas, pues entonces estamos en lo que yo decía: los "niveles" son sólo "niveles de descripción", no tienen "poder causal ADICIONAL Y POTENCIALMENTE CONTRARIO" al de las leyes subatómicas.
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Podemos hacerlo en cierta medida desde las “leyes del nivel superior” (por ejemplo psicología) Sí, totalmente de acuerdo. Pero insisto, eso simplemente quiere decir que las leyes de los niveles inferiores tienen como resultado ciertas regularidades relativamente estables a niveles superiores, aunque es un resultado que no somos capaces de "rastrear deductivamente" a partir de aquellas leyes (ya sea por complejidad, o por incompletitud lógico-matemática). Pero CONSTATAR que se dan esas "macro-regularidades" es una mera constatación empírica, que no EXPLICA la "causa" de que se den (y mucho menos explica por qué son regularidades con valor predictivo TAN limitado, en la mayoría de los casos). Cuando decimos, por tanto, que ciertos comportamientos humanos son "libres", sencillamente los estamos DESCRIBIENDO de cierta manera (y como toda descripción, nos permite "comprender", en el sentido de orientarnos un poquito sobre cómo apañárnoslas con eso), no estamos apuntando (ni mucho menos capturando cognitivamente) a algo que podamos afirmar que sabemos que es LA causa de esos comportamientos.
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  Explíqueme porque ve usted sobredeterminación antes.
Lo he hecho muchas veces ya, pero lo repito: porque, si las leyes físicas determinan que la probabilidad de que un electrón vaya de A a B es x, entonces, o las leyes "de lo otro" determinan que es x, o determinan un número distinto de x. Si determinan x, entonces son SUPERFLUAS (son sólo otra manera de describir lo que pasa, pues "lo que pasa" consiste en que el electrón va de A a B con un 80% de probabilidad). Y si no es x, entonces esas leyes contradicen las leyes físicas, y por tanto suponen una VIOLACIÓN de esas leyes.
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  ¿Quién dice que lo mental no es físico?. Yo digo que lo mental emerge de lo físico, instanciando propiedades irreductibles a la leyes físicas desde lo físico, con poder causal físico. Insisto, yo digo algo parecido. TODO es físico (al menos, todo lo que hay en la naturaleza). Pero que los niveles superiores sean "irreducibles" a los inferiores SÓLO nos obliga a aceptar que ALGUNAS de las regularidades que encontramos en los niveles superiores, no podemos NOSOTROS deducirlas de las regularidades que hemos encontrado en los niveles inferiores; no hay ninguna prueba de que esas regularidades NO SE SIGAN (en el sentido SEMÁNTICO, no sintáctico) de las leyes de los niveles inferiores (o de la combinación de esas leyes y de otros detalles también describibles en los niveles inferiores). Hablé de esto aquí. Y, por supuesto, como dije en mi primera intervención, soy bastante escéptico sobre la "causalidad", en TODOS los niveles: lo único que podemos averiguar es que se dan tales o cuales regularidades en tal o en cual nivel. Mitificar alguna de esas regularidades (en el nivel que sea) refiriéndonos a algo que "tiene poder causal físico" sobre uno u otros niveles, es nada más que una forma cómoda de hablar.
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¿Puede darme una versión más simple, del estilo de Barrio Sésamo?
Lo que dije arriba con "superfluo" y "violación" en mayúsculas. [Enric se refería a un enlace que puse a los puntos 2.3 y 2.4 de: http://plato.stanford.edu/entries/mental-causation/ ]
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  Solo digo que en la REALIDAD de lo imaginado hay POSIBILIDADES REALES
"Posibilidad real" es un concepto demasiado escurridizo (¿qué sería una "posibilidad irreal"? -estoy pensando en matemáticas). Yo prefiero hablar de posibilidades lógicas o posibilidades físicas. Todo situación que se pueda describir sin contradicción en sí misma es lógicamente posible; pero no tiene por qué ser físicamente posible. Es físicamente posible SÓLO lo que es consistente con las leyes físicas (y con el estado inmediatamente anterior de la naturaleza). La noción de "mundo posible" de Everett va más allá de eso: los mundos posibles de Everett no serían "meras posibilidades", sino mundos TAN REALES como el nuestro, sólo que inaccesibles para nosotros. Eso es lo que no me convence mucho. Pero volviendo al tema: lo que yo digo es que el hecho de que alguien imagine que su acción de hacer tal o cual cosa es posible, sólo implica que es LÓGICAMENTE posible, no que sea FÍSICAMENTE posible (dadas las leyes físicas y el estado inmediatamente previo del universo físico).
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  todo lo que compone un organismo no es el organismo
Por supuesto que no. Pero el organismo no es más que LA MANERA como se interrelaciona aquello de lo que se compone, y la manera como se relaciona con aquello de lo que se compone lo demás. Y esa MANERA no puede violar las leyes que describen el comportamiento de eso de lo que se compone. . Saludos

martes, 25 de noviembre de 2014

LIBROS QUE VOY LEYENDO (AGOSTO-DICIEMBRE 2014)

360. The emperor of all maladies. Siddhartha Mukherjee. Entretenida e instructiva historia de la investigación sobre el cáncer, aunque demasiado larga y yanquicéntrica. (6)
359. En el café de la juventud perdida. Patrick Modiano. Lo primero que leo del reciente Nobel. Literatura bien hecha, de la de antes. (8)
358. El sentido de un final. Julian Barnes. Deliciosa historieta sobre la juventud y la vejez. (8)
357. Lo prohibido. Benito Pérez Galdós. Un novelón decimonónico y madrileño, escrito en cinco meses. (7)
356. The Price of Truth: How Money Affects the Norms of Science. David Resnik. Clarito y superficial, como todo lo del autor. Y con su toque de "qué hay de lo mío", como en todo buen libro de ética aplicada. (5)
355. The sense of style. Steven Pinker. Interesante, sobre todo para quien quiere escribir divulgación, pero tal vez no demasiado útil para los que no lo hacen en inglés. (6)
354. Mind and Cosmos. Thomas Nagel. Una elucubración idealista, sin pies ni cabeza, aunque algunas cuestiones son dignas de pensar. (5)
353. Making up the mind: How the brain creates our mental world. Chris Frith. Muy interesante como introducción al tema, aunque un poco superficial y no muy útil para el que ya sabe un poco del tema. (6)
352. Decision Theory and Rationality. J.L. Bermúdez. Una exposición clarísima y convincente de algunos de los principales problemas de la teoría de la elección racional, que ni podemos abandonarla, ni podemos tomar como una teoría completa de la racionalidad. (8)
351. Tatami. Alberto Olmos. Entretenida, y apropiada para un viaje en avión, aunque el argumento es la leche de inverosímil. (6)
350. The Crime of Reason: And the Closing of the Scientific Mind. Robert Laughlin. Alegato de este premio Nobel contra la privatización del conocimiento. (6)
349. Tres veces al amanecer. Alessandro Barico. Una novelita agradable (tres cuentos entrelazados, más bien), para leer en un rato; sobre todo diálogos vivísimos. (6)
348 Por qué leemos novelas. Ana Rodríguez Fischer. No será porque pedanterías como esta animen mucho a hacerlo. Lo único bueno es leerlo como si hablara de novelistas imaginarios (para mí, muchos lo son). (3)
347. Mente y materia. ¿Qué es la vida? Sobre la vigencia de Erwin Schrödinger.. AA.VV. El título engaña, porque no son las obras homónimas del gran maestro, sino varias conferencias sobre su pensamiento. La mejor, la de Laughlin, pero otra sobre el cáncer y la biología molecular tampoco está mal. (5)

346. A natural history of human thinking. Michael Tomasello. Imprescindible. De cómo ciertas ideas filosóficas (intencionalidad colectiva, inferencialismo...) pueden convertirse en fecundos modelos científicos. (9)
345. De la alpargata al 600. Juan Eslava Galán. Entretenido. Si no fuera porque conozco al autor, pensaría que hay un tufillo anticlerical. (6)
344. El giro. De cómo un manuscrito olvidado contribuyó a crear el mundo moderno. Stephen Greenblatt. Una obra soberbia, que no sólo revela la suerte del epicureísmo entre los siglos -I y XVI, sino que retrata de modo excelente el mundo de los primeros humanistas. (10)
343. Institutions. Francesco Guala. La mejor introducción reciente (por desgracia, aún inédita) a la filosofía de las ciencias sociales. Las instituciones son reglas-en-equilibrio, y ya está. (9)
342. De la física a la mente. El proyecto filosófico de Roger Penrose. Rubén Herce Fernández. Bienintencionado pero flojo; habría debido concentrarse más en sus propias críticas, que son interesantes. (5)

341. El caballero sueco. Leo Perutz. Un relato intrascendente pero muy agradable de leer, entre el cuento popular, la leyenda y la historia, escrito como se escribía antes. (6)
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Ver aquí la lista actualizada, desde diciembre de 2009.

martes, 28 de octubre de 2014

No es de extrañar que se extienda esta nueva propaganda


Si el ministerio de hacienda,
que no sirve ni de adorno,
pone más barato el porno
que el teatro o que la vivienda
no es de extrañar que se extienda
cómicos de jacaranda
gratis en los escenarios,
y porno hasta los ovarios
para subir la demanda.


jueves, 16 de octubre de 2014

Pero, ¿cuál es el programa económico de Podemos?

He dejado este comentario en el blog de Juan Torres López, uno de los gurús económicos de Podemos:
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Esto no son “medidas económicas”, no nos engañemos. Son meras acciones de auditoría y propaganda, por supuesto muy necesarias si se hacen con objetividad, imparcialidad y respetando los derechos de todos los implicados, nada de lo cual veo claro que se sugiera cómo garantizar, para que no se convierta en una mera “caza de brujas”.
Pero lo que no aparece por ningún lado, y es de extrañar teniendo en cuenta el título del artículo y la cualificación profesional de su autor, es una relación de auténticas medidas económicas: cómo se van a modificar los impuestos y los gastos públicos (cuáles subirán, cuáles bajarán, en qué medida); qué se va a hacer con el pago de la deuda (cuánto se espera ahorrar por la posible “auditoria” y cómo exactamente recuperar la parte que se considere “indebida”); cómo se va a luchar contra el fraude fiscal, cómo se van a modificar la legislación sobre pensiones, sobre desempleo, la laboral…; qué política industrial y de I+D se pretende aplicar; si se pretende modificar la relación con las instituciones económicas europeas, etc., etc., etc.
¿Tendremos una respuesta clara y detallada a estas preguntas antes de las elecciones, o acaso Podemos preferirá no asustar a sus posibles votantes dando demasiadas pistas sobre esto, y confiar en que les voten a ciegas sólo por el inocente y legítimo deseo de “cambiar el sistema (aunque no se sepa a cambio de qué)”. Confío en que la profesionalidad del autor de este blog contribuya a que sea lo primero.

martes, 23 de septiembre de 2014

Periodismo y Comunicación Científica. Programa de formación en la UNED

Os dejo el enlace al programa de Radio3 en el que estuvimos hablando sobre los nuevos cursos de periodismo y comunicación científica que ofrecemos en la UNED a partir de este año.
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lunes, 8 de septiembre de 2014

Una hora filosofando a las 5 A.M. (hora de Miami)

Os paso el enlace a la entrevista que me hicieron anoche en Actualidad Radio (Miami), en el programa del Profe Morales. Una gota de "positivismo" en un océano de "espiritualidad".
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http://www.profemorales.com/?p=10956

jueves, 21 de agosto de 2014

El prefijo "al" de nuestros arabismos; o, ¿eran gilipollas los españoles de la Edad Media?

No os descubro nada nuevo si os señalo la abundancia de palabras del vocabulario castellano que proceden del árabe, y en particular, las muchísimas que comienzan con el prefijo "al-" o "a-", herencia del artículo determinado de esta lengua (o sea, "el" o "la"). Alberca, almohada, alfajor, albóndiga, azúcar, arroz, etc., etc., etc.
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Pero que me aspen si no os habéis preguntado alguna vez por qué demonios los habitantes de la España medieval (para ser exactos, más bien los de Portugal y Castilla, pues en catalán parece que no pasó lo mismo) tuvieron la manía de incorporar tantísimas palabras junto con el artículo, como si formara parte de ellas. Es de imaginar que estos abundantísimos préstamos lingüísticos se deben sobre todo a la existencia de un notable grado de bilingüismo entre la población de los territorios musulmanes o reconquistados, así que parece claro que debían de ser plenamente conscientes de que la traducción de "al qadi" (el cabrón que mandaba en el pueblo) era "el juez", no "juez". "¿Ha venido ya el qadi?", podría preguntarle un mudéjar a otro mezclando los dos idiomas, más razonablemente que "¿ha venido ya el al qadi"? (y de ahí "el alcalde")... Pero parece que el hecho de que ahora digamos "alcalde", y no "calde", se debe a que la segunda pregunta era más habitual que la primera (digo yo).
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Es como si los onubenses o bilbaínos que introdujeron el balompié en España algo más de un siglo, hubieran dicho cosas como "¿Echamos un partido de defútbol?", o "Esto ha sido un depenalty como una casa", o "Déjame a mí sacar el decórner", transcribiendo por "de" el artículo determinado "the"(asexual en inglés, como el árabe).
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Otros idiomas (entre ellos, como digo, el catalán) se molestaron en traducir las palabras sin el artículo (o más bien, no se molestaron en hacer algo tan extravagante como lo que se hacía en castellano), y así, en inglés o francés, tenemos palabras como sugar, sucre, cotton, coton, en vez de "azúcar" o "algodón". Y no cabe la excusa de que en Castilla se desconocía esa posibilidad de traducir sin el artículo: al fin y al cabo, muchísimas otras palabras árabes han pasado a nuestro vocabulario sin él, como noria, jofaina, café, beduíno, mezquita, mazmorra, joroba, sandía, sultán, etc., etc. ¿Qué pasa, que los que incorporaron estas palabras al castellano eran más espabilados de lo normal?
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En fin, si alguien conoce alguna explicación de este fenómeno, le estaré agradecido si la cuenta en los comentarios.
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miércoles, 20 de agosto de 2014

El misterio de las "orejitas de la suerte"

Llevo una década veraneando en Zahara de los Atunes, más concretamente en la playa de Atlanterra, y uno de mis pasatiempos favoritos allí, como mucha otra gente, es dar paseos por sus kilómetros y kilómetros de arena, sobre todo cuando hay marea baja y viento fresquito de poniente. En esos paseos, como sabréis, he urdido buena parte del argumento de Regalo de Reyes, y este último año algunos hilos de la que espero sea mi próxima novela (un lío descomunal, como una fuga a cuatro voces del tamaño de una ópera, pero que pretendo hacer tremendamente fácil de leer y absorbente de cabo a rabo... a ver si me sale).
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Pero una de las actividades que más me distraía de mis cavilaciones es la búsqueda de "orejitas de la suerte", unas preciosas espirales que, por el envés, recuerdan efectivamente la forma de una oreja. No es fácil encontrarlas. Echando un cálculo grosero he llegado a la conclusión de que puede haber una por cada aproximadamente 10.000 restos "normales" de conchas (no toméis el número demasiado en serio, es sólo para el orden de magnitud), y eso que la playa de Zahara tampoco es una de las que más abundancia tiene de conchitas, salvo en su parte más al sur.
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Siempre me había preguntado qué demonios podían ser esas "orejitas", pues, aunque de vez en cuando las encuentras rotas, nunca jamás encuentras algo de lo que la "orejita" pueda ser una parte, es decir, no encuentras "orejitas a medio formar": siempre las hallas perfectamente hechas (aunque, como digo, a veces rotas). Por más que imaginaba la concha de un berberecho o de una caracola, e intentaba visualizar qué proceso de erosión podría arrancarles qué partes hasta dejar sólo la "orejita", con su perfecta espiral de Fibonacci (o lo que sea) impresa en el lado de puro blanco, no daba con ello.
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Mis búsquedas por internet habían sido también en vano. Al fin y al cabo, "orejita de la suerte" no es un término muy científico, y no me llevaba a resultados muy significativos... hasta la vuelta de estas últimas vacaciones, cuando, dispuesto a escribir esta entrada para preguntar a los lectores si tenían alguna idea sobre la solución del enigma, me he encontrado esta página que da la respuesta (una respuesta fascinante), y que os recomiendo visitar para saber más cosas sobre Zahara de los Atunes y su entorno.

(Añadido en 2023: El enlace anterior no funciona; os dejo este otro enlace donde se explica la naturaleza biológica de estas "orejitas").

domingo, 17 de agosto de 2014

Libros que voy leyendo

Los que habéis zanganeado por las cubiertas del Otto Neurath conoceréis la lista de lecturas que periódicamente voy actualizando en su barra izquierda, y que es una de las pocas cosas que sigue funcionando en el blog. También publicaba allí una entrada más o menos periódica con mis nano-reseñas, de 20 en 20. La última, allá por enero de este año, fue la que llegaba al número 300 (de una lista iniciada en diciembre de 2009). La que hacía el 320 fue en primavera, cuando ya había clausurado aquel blog, pero aún no había bautizado éste, así que os traigo un bloque de cuarenta lecturas. Espero volver a la rutina de los veinte títulos la próxima vez.
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340. GDP. A brief but affectionate history. Diane Coyle. Una entretenida y juiciosa historia del concepto de PIB. (6)
339. The attacking ocean. The past, present, and future of rising sea levels. Brian Fagan. Interesante, aunque se hace muy pesado a menudo. Lo mejor, la historia de Doggerland. (5)
338. Teoría de la novela. Antología de textos del siglo XX.. Erinc Sullà (ed.). Alguna cosa interesante, mezclada con mucho bizantinismo pedante. (4)
337. 1177 BC, the year civilization collapsed. Una amena historia del final de la edad del bronce: entre todos la mataron y ella sola se murió; algún dato novedoso pero poco más. (6)
336. Los primeros libros de la humanidad. Fernando Báez. Un excesivo y repetitivo conglomerado de detalles. (4)
335. Una novelita lumpen. Roberto Bolaño. En realidad, más que novelita es un cuento largo. Entretenido para una tarde de domingo, pero poco más. (6)
334. Nadie acabará con los libros. Umberto Eco. Jean-Claude Carriere. Un diálogo entre bibliófilos cultísimos, con suculentas historietas. Merece la pena. (7)
333. Being realistic about reasons. T. M. Scanlon. Defensa de una posición que veo cada vez más atractiva, y bastante contraria a lo que pensaba hasta ahora: la posible objetividad de los juicios normativos. Pero creo que le faltan argumentos. (6)
332. Sobre literatura. Umberto Eco. Una variopinta colección de artículos sobre literatura, semiótica, y su propia experiencia como escritor. No es lo mejor que tiene. (5)
331. Bibliotecas llenas de fantasmas. Jack Bonnet. Una entretenida y ligera, pero interesante, confesión de un bibliómano, lo que le lleva a convertirse en eso, los problemas prácticos, y otros asuntos. (6)
330. Mundolibro. Henry Petroski. La traducción del título engaña; el original es "The book on the bookshelf", y refleja mejor su contenido: una apasionante historia de las estanterías para libros, desde el punto de vista de un ingeniero. (7)
329. Elogio del libro de papel. Antonio Barnés. Un prescindible opúsculo lleno de pedanterías y perogrulladas. (2)
328. Alabanza. Alberto Olmos. Hice bien en perseverar después de "Ejército enemigo". El tipo escribe que es una delicia, y la trama minimalista llega a enganchar. (9)
327. El idiota. Fedor Dostoievsky. Sólo la mitad, por ahora, pero han sido más de 500 páginas. No me ha gustado tanto como "Crimen y castigo". (8)
326. La parte inventada. Un enorme peñazo innecesario, ad majorem gloriam auctoris et pedantorum. (4)
325. Madame Bovary. Gustave Flaubert. Una maravilla, aunque, como me pasó con "Rojo y Negro", la he visto un poco más anticuada que en los 80 (y menos que "Salambó"). (10)
324. Ejército enemigo. Alberto Olmos. El tipo escribe bien, pero la historia es un poco demasiado inverosímil, y el personaje demasiado cínico. (6)
323. Capital in the 21st century. Thomas Piketty. Extraordinario. Un ejemplo de ciencia económica como debe ser. (9)
322. El acontecimiento de la literatura. Terry Eagleton. Alguna perla interesante, pero escondida entre una maraña pedante sin función clara. (3)
321. El jilguero. Donna Tartt. Una puta obra maestra. El dostoievskiano personaje de Boris, lo mejor de la novela. (10)
320. LImónov. Emmanuel Carrère. Una sorprendente y contundente biografía de este alucinante escritor-político. Un complemento ideal para la lectura 300. (9)
319. El congreso de literatura. César Aira. Exceso de estilo para una historia demasiado estúpida. (4)
318. La impotencia democrática. Ignacio Sánchez-Cuenca. Lo mejor que se ha escrito sobre la crisis económica y política. Un magnífico argumento para mostrar que la mayor parte de lo que se dice sobre el tema son chorradas. (9)
317. El evangelio del traidor (memorias de Markos). Luis Hernanz Burrezo. Muy bien escrita y documentada, aunque demasiado inverosímil y peliculera para mi gusto. (6)
316. Rationality + Consciousness = Free Will. David Hodgson. Otro intento desesperado y fallido de interpretar al ser humano y al universo de acuerdo con la fe cristiana. (3)
315. The Neuroscience of Freedom and Creativity. Joaquín Fuster. Una perspectiva naturalista muy interesante, pero, aunque empieza prometedor, al final parece limitarse a enlazar tópico tras tópico. (5)
314. Crematorio. Rafael Chirbes. Empieza muy bien, está muy bien escrito, pero pasan tan poquitas cosas que te cansas de lo penetrantes que son los personajes en sus monólogos. (7)
313. Después de Cristo. Alfredo Fierro. IM-PRES-CIN-DI-BLE. Un recorrido histórico racional y objetivo por la evolución de las ideas sobre Jesús de Nazaret, por uno de los mejores ex-teólogos. (9)
312. Taller de narrativa. Laura Freixas. Simplito, y te lo lees en medio rato. (5)
311. Zealot: the life and times of Jesus of Nazaret. Reza Aslan. Una descripción muy vívida, aunque añade poco o nada a lo ya sabido. (6)
310. Por cuenta propia. Rafael Chirbes. Una interesante colección de ensayitos sobre literatura, de la Celestina a hoy. (6)
309. Did Jesus exist?. Bart Ehrman. La evidencia es aplastante, según el nuevo libro de mi experto favorito en el Nuevo Testamento. (8)
308. Probably approximately correct. Leslie Variant. Un intento de unificación matemática de la teoría de la información, la evolución, el aprendizaje, el razonamiento y demasiadas cosas, aliñado con una ratio ambición/didáctica elevadísima. (4)
307. El futuro de la arqueología en España. Jaime Almansa. Un pRegalo de Reyes, aunque no descarto influencias futuras. (6)
anorama desolador, y una lástima no poder leer el libro antes de escribir
306. The reason why. John Gribbin. Una despiadada y convincente explicación de por qué es muy, pero que muy probable que estemos solos en la Galaxia (7)
305. El paciente. Juan Gómez Jurado. Un thriller made in USA hecho en España. (6)
304. Rayuela. Julio Cortázar. Lo mejor es que sirvió para que se escribiese "La saga/fuga de J.B." (5)
303. El restaurador de arte. Julián Sánchez. Original y entretenida, aunque la trama, y sobre todo el desenlace, es bastante inverosímil, el estilo demasiado aeroportuario, y el tono demasiado presuntuoso. (5)
302. El buscador de finales. Pablo de Santis. Era un libro juvenil, pensaba que era otra cosa, pero es entretenido (6).
301. The unfolding of language. Guy Deutscher. Muy interesante e ilustrativa exposición de las tres fuerzas que hacen evolucionar a las lenguas: la pereza, la expresividad, y la analogía (7,5)

martes, 8 de julio de 2014

Porque, como lo paga el vulgo, es justo / hablarle en necio para darle gusto

Os dejo el enlace a mi conferencia que, con este título, pronuncié en la inauguración de la Escuela de Doctorado de la Universidad de Málaga el pasado mes de marzo. Trata sobre la comunicación de la ciencia, y en especial, sobre los blogs de divulgación.
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Enlace: http://videos.uma.es/investigacion/JESUSZAMORA.mp4
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Enlace a las cuatro conferencias (Javier Armentia, yo, Antonio Diéguez, y José Sanmartín).

miércoles, 25 de junio de 2014

Metaliteratura en paralelo

Sobre Alabanza, de Alberto Olmos,
y La parte inventada, de Rodrigo Fresán
(Literatura Random House, 2014).

Una de las cosas que haré de vez en cuando en este, mi nuevo blog, será comentar algunos de los libros que voy leyendo. Quienes seguíais el Otto Neurath recordaréis la sección de la barra vertical en la que (aún; es lo único vivo del blog, como las uñas de los cadáveres) cuelgo las nano-reseñas de mis lecturas, esas que publicaba también de veinte en veinte como una entrada más del blog, hasta alcanzar quince paquetes en poco más de cuatro años.
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Los comentarios en Escritos sobre gustos no creo que vayan a tener ninguna regularidad; sólo los haré cuando me sienta lo bastante motivado, y la novela más reciente de Alberto Olmos ha conducido a la primera de estas ocasiones. Tampoco tengo la más mínima experiencia en reseñar libros que no sean tochos filosóficos ultraespecializados (y ni aún en eso mucha), así que no esperéis, sobre todo los asiduos de la blogocrítica literaria, algo tan sustancioso como las encantadoras homilías de maestros del género (o, naturalmente, el/los propio/s reseñado/s hoy). Esto es más bien un experimento del tipo "a ver qué pasa si apretamos aquí". No digáis luego que no os he avisado.
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Empecemos, pues.
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Iba a decir "tengo que confesar", pero confieso que en el fondo lo siento más bien, o quizás, como un vergonzante "tengo que presumir", (de) que hace muy pocos meses creo que ni siquiera había oído hablar ni de Alberto Olmos ni de Rodrigo Fresán, cuya novelas Alabanza y La parte inventada son las protagonistas de esta reseña o cosa. Lo de "oír" es metafórico, por supuesto, pues el 99% de lo que oigo en relación con esto son meros clics. Mi lista de libros leídos os da una idea de que, aunque no paro de leer, no soy lo que se dice un fanático de la "alta literatura", salvo algún clásico de vez en cuando, y con la misma poca asiduidad, algún que otro autor vivo "consagrado", como los dos de los que voy a hablar (nueva metáfora: mis cuerdas vocales están quietas como un koala durmiente). El motivo por el que han terminado cayendo en mis manos libros de estos autores ha sido, seguro que muchos lo sospecháis, bastante instrumental: la novela que estoy empezando a escribir desearía tener mucho de eso que llaman "metaliteratura" (vulgo: un libro sobre libros y "gente del libro"... ojo, no en el sentido islámico), y es por eso que desde hace un año o así picoteo, no diré que muy fructuosamente, en blogs de crítica literaria como los que he linkeado un poco más arriba. Por puro azar, me llegaron los ecos, hace cosa de un mes o mes y medio, de las temáticas de estas dos novelas: "el fin de la literatura tal como la conocemos", por decirlo parafraseando una expresión habitual en Alabanza. Supongo que mis ganas previas de hacer yo también una novela sobre algo que se podría entender con la frase que acabo de escribir en negrita forman parte de mi inconsciente sujeción a una moda o tendencia cultural de la que Fresán y Olmos también participan, obviamente con muchas más tablas, recursos y talento, así que el haberlos leído me sirve al menos para evitar copiarlos, bien que fuera involuntariamente. En fin, ya se verá, que no estamos aquí para hablar de mi libro.
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Alabanza y La parte inventada, y sus autores, comparten bastante más que esa temática de fondo. Comparten editorial y colección, para empezar, pero mucho más importante, comparten la vocación por el estilo, por ser "alta literatura". A los dos se les notan las ganas y la capacidad por escribir dejando huella, por escapar de eso en lo que ambos temen que se está convirtiendo la literatura: un mundo superpoblado por escritores amateurs autoeditados y lectores cada vez menos exigentes, casi todos ellos (autores y lectores) aparentemente incapaces de montar o interpretar una frase de más de tres líneas de largo, o una tira de veinte páginas en las que pasar, lo que se dice pasar, no pasa prácticamente nada, pero en las que el lenguaje y el pensamiento brillen al unísono. Fresán y Olmos sí son capaces, faltaría más, pero en estas dos obras suyas hay una clara diferencia: La parte inventada es un aburridero que uno sólo puede encontrar gustoso si ha sucumbido, como el autor de la novela, a ese vicio nefando, a esa modalidad de sadomasoquismo lingüístico, que conocemos como "pedantería". Alabanza, en cambio, tiene en muy grandes dosis la mejor virtud que se le puede exigir a una novela: que cada página que leas te insufle ganas de pasar a la siguiente.
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No contribuye a la fluidez de la lectura de la obra de Fresán su caprichoso y poco justificable juego con las tipografías. Varios capítulos alternan la impresión en el tipo de letra habitual de la colección con otro (¿American Typewriter?) notablemente más pálido, que para un miope tendente a la presbicia como es mi caso, supone un auténtico martirio. La parte de la absurda familia Karma, en la que se abusa sin ton ni son de este ahora-sí-ahora-no tipográfico, la tuve que dejar a la mitad, y no me pidáis una estimación de en qué medida ello fue debido a la tortura innecesaria a la que estaban sometiéndose mis globos oculares, o a lo antipático de la descabellada familia sujeto de esa parte de la historia. Imagino que la razón de esta broma con los tipos de letra es hacer más difícil la publicación de la novela en formato electrónico, algo así como una forma de decirles a los lectores fieles "esto es sólo para tus ojos, no para esas nenazas consumidoras de mobis y de epubs". Y algún masoquista habrá que lo disfrute gracias a considerarlo desde esa perspectiva; que dios les conserve la vista, es lo único que me cabe decir.
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La tirria de Fresán hacia los libros electrónicos se manifiesta de manera abundante a través de otras partes de la novela. Cada cual es muy libre de tener los gustos que quiera, faltaría más, pero a mí, como gran aficionado (presbítico-miope) a la lectura en tableta o e-reader, esta ojeriza ludita-fresaniana no me ayuda a experimentar simpatía hacia los personajes ni, menos todavía, hacia el narrador. Diríase que Fresán tiene miedo de la muerte de la literatura sobre todo en el sentido de la muerte del libro en papel. Olmos, por el contrario, me ha parecido menos explícito sobre ese detalle, y más sobre la muerte de la creación literaria propiamente dicha (pero no me hagáis mucho caso en esta apreciación). Con ninguno de ellos estoy de acuerdo en cuestiones fundamentales, pero Fresán es, para mi gusto, demasiado displicente hacia los que se supone que no pertenecemos a la Verdadera Iglesia de los Amantes de la Literatura-Buena-De-Verdad-E-Impresa-En-Papel-Como-Dios-Manda, y Olmos es lo bastante irónico como para dejar claro que, en el fondo, eso que según su novela está a punto de morir no es, tal vez, tan digno de alabanza como algunos devotos piensan. Al fin y al cabo, Alberto Olmos ha escrito una novela en la que pasan cosas, no muchas, pero las suficientes para sostener una trama que excita la curiosidad y la satisface nada más que en su justa medida (haciendo honor, respecto a lo primero, a las sabias declaraciones de uno de los personajes: "A la postre, lo único importante de un libro era de qué trataba y de qué iba, qué contaba", y no tanto su "componente estético"). Y eso que "componente estético" no le falta a Alabanza en absoluto: su prosa, y su técnica narrativa en general, puede pasar sin ninguna objeción como una de las más depuradas de nuestros tiempos (tal vez, por poner algún pero, hay a veces, no muchas, un exceso de palabras que requieren mirar el diccionario... o que me lo habrían requerido si hubiese leído la novela en el ipad).
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Reconozco también que empecé la lectura de ambas novelas con las expectativas trastocadas: por lo poco que había leído sobre Fresán (y tal vez, irracionalmente, por el hecho de compartir con él año de nacimiento, y hasta darnos un cierto aire), y por lo poco que había leído sobre y de Olmos (un mes antes me había tragado mi primer libro de los suyos, Ejército enemigo, que no me gustó gran cosa, sobre todo porque la trama me resultó demasiado inverosímil y los personajes demasiado tópicos), esperaba que La parte inventada me fuese a gustar más, si tal vez no por su contenido narrativo, sí por el intríngulis de sus disquisiciones o presuposiciones metaliterarias, pero al sentirme tan despreciado en mis gustos de lector, la obra se me fue haciendo más y más antipática. En cambio, Alabanza, que comencé casi con el sentido de una obligación profesional, pues al menos el tema me interesaba y parecía ser el must de moda en este asunto de la metaliteratura, me atrapó con algunas sabias pinceladas: sobre todo, el misterio del best-seller con el que, supuestamente, el protagonista del libro ha contribuido a "matar" a la literatura "tal como la conocíamos". He echado en falta, eso sí, un poco más de atención al crimen literario propiamente dicho: me habría gustado que el narrador abundase en los detalles sobre el tal best-seller (tan irrelevante que incluso su autor parece no estar seguro de cuál era su título), de qué trataba (¿no es eso lo importante?), por qué, en concreto, contribuyó a acabar con "la" literatura, y no sólo a desviar irremediablemente la carrera del protagonista, quien en algún momento reconoce que, ¡qué demonios!, ese best-seller es una obra estupenda. Casi me quedo con las ganas de que Olmos nos contara todas esas cosas en alguna novela futura, si no supiera que ello sería hacerle un feo a Alabanza.
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Si esto no pretendiera ser una (pseudo)reseña literaria, me explayaría sobre mis coincidencias y, sobre todo, mis diferencias de opinión con Olmos acerca del tema de la "muerte de la literatura por culpa de internet" (que, vaya, no me parece que sea para tanto), pero no voy a aburriros con ese tema, salvo en los comentarios, si alguno quiere entrar en el asunto. Lo que sí, para ir terminando, quiero mencionar es una faceta de ambos libros que me ha llamado la atención: en ambos se habla mucho sobre "cultura", en general, sobre todo la tríada capitolina Literatura-Cine-Música. Sobre todo el libro de Fresán agobia al lector (o supongo que al lector pedante más bien lo gratifica) con multitud de referencias a escritores, cineastas (menos) y músicos (más, aunque la mitad o más son a Pink Floyd; de escritores se habla más que de nadie de Scott Fitzgerald... que, por cierto, movido por sus elogios comencé a leer Suave es la noche, y la tuve que dejar al cuarto o quinto capítulo desesperado por lo anodino de sus personajes, pero ya hablaremos de eso otra vez). Mi reflexión, para ir al grano, es la de que me ha extrañado que prácticamente todas las referencias musicales sean a música pop (en sentido amplio), algo que también me ha pasado con mis intentos (infructuosos) de hincarle el diente a algún libro de Vila-Matas. ¡Carajo! ¡Tanto hablar de "alta literatura", contraponiéndola al mero-ocio-consumista-y/o-amateur que representaría la, no sé, "baja literatura", pero las referencias análogas en materia musical que uno encuentra en estos autores son lo que un melómano comme il faut podría considerar música de lo más vulgar, en absoluto "música culta". Al fin y al cabo, el padre de toda la "alta literatura" castellana contemporánea se recreaba introduciendo en su Rayuela (otro pestiño anti-narrativo que no pude acabar) multitud de referencias al jazz y a la música clásica (Mozart, Brahms, Stravinski..., aunque la mayoría de los críticos literarios sólo se han quedado embelesados en la parte del jazz). Ojo, no digo que a mí no me parezcan estupendos muchos músicos de jazz, rock, pop, o lo que sea; digo, sencillamente, que me gustan como me también me gustan libros que no serían clasificados como "alta literatura" (Umberto Eco, Santiago Posteguillo...), y que la tendencia de los escritores y críticos "altoliterarios" a usar referencias musicales "pop" es, o al menos me parece, una manifiesta incoherencia entre sus criterios literarios y sus criterios musicales.
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He dicho.

viernes, 13 de junio de 2014

Álvaro, o las carambolas



El rebosante abdomen de Juan Luis Ramírez, fontanero de profesión y madridista sobre todas las cosas, balanceaba su peso arriba y abajo mientras su dueño corría hacia el autobús que, aquella gélida mañana, había llegado algo más pronto de lo habitual a la parada del extremo de la urbanización de chalets adosados en la que vivía Juan Luis, allá en los arrabales de la periferia de las afueras de una ciudad satélite de la capital. "¡Autobusero, espere!", gritó desesperado, con la mejor cara de súplica que supo componer, y con el temor de esperar otra media hora o más al raso, más el atasco de las siete por añadidura, si perdía aquel transporte; pero el aludido, que miraba impasible hacia otro lado para no darse por tal, le cerró la puerta del autobús en las narices, o mejor, lo habría hecho si el ombligo no hubiera llegado varias décimas de segundo antes que la nariz.
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Con el retraso acumulado de toda la jornada, y con el mal humor que la falta de solidaridad del conductor y las reprimendas debidas a la impuntualidad le habían ido cargando en el carácter aquel día, sólo pudo llegar a última hora a la taquilla del estadio, donde pensaba comprar su entrada para la semifinal de la copa del Rey, y su humor llegó al límite más bajo posible cuando la taquillera le informó de que sólo quedaban disponibles los asientos más caros. No quería perderse el partido por nada del mundo, así que se rascó el bolsillo confiando en que Marisa, su mujer, no descubriera que había pagado por aquel vicio estúpido cuarenta euros más de lo que a ella le parecía ya un derroche. En fin, ya intentaría tomar menos cañas en los próximos días. Se consoló también pensando que desde aquella localidad vería el partido mucho mejor: casi podría charlar con los banquillos.
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Y, efectivamente, el día del encuentro comprobó que sus gritos eran percibidos con total claridad no sólo desde las bandas, sino incluso por los jugadores de campo, así que se empleó a fondo en el uso de su garganta chillona y de su arsenal de improperios, descargando las frustraciones de toda la semana, si no las de toda la vida. Y cuando lanzó en un quiliasmo aquello de "¡Negro hijoputa! ¡Vete a comerle el coño a la gorila que te parió!", el balompedista subsahariano al que iba dirigido tan sutil mensaje (un mensaje sutil de cojones, que diría aquel) se volvió enrabietado, ignorando al rival al que había derribado en lo que muchos describirían como un choque viril, y corrió hacia la banda, directo a por el gordinflón del que había surgido el piropo. Obembe, que así se llamaba el defensa, pasó por las primeras filas de la grada como un toro que salta el burladero, agarró al sorprendido Juan Luis, y con un extraordinario directo a la mandíbula lo mandó al suelo junto a varios de sus dientes (de los del fontanero, por supuesto).
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Obembe, además de recibir una tarjeta roja, como algunos de los jugadores que se enredaron en la trifulca que siguió al mamporro, fue sancionado por todo lo que restaba de temporada y gran parte de la siguiente. Juan Luis fue trasladado semiinconsciente a la enfermería y luego al hospital, y no pudo ver en directo cómo el Madrid perdía la eliminatoria en el último minuto de los siete que se había alargado el tiempo reglamentario a causa del jaleo. Lo que sí pudo experimentar sin problemas durante las siguientes semanas de baja fue el monumental enfado de Marisa, quien estaba de un humor de perros desde que su hijo vio el golpe por la televisión y ella había sacado consecuencias sobre los costes de todo aquello.
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Emilio Gómez sí terminó de ver el partido con sus amigos Pepe y Nacho en casa de este último, pero con un ojo puesto en el reloj que le acusaba de llegar tarde a la cita con su novia. Ella, además, odiaba el fútbol. Emilio se despidió con dos palabras dejando a sus amigos desolados por la derrota inmisericorde y entre maldiciones al árbitro por haber alargado el encuentro tantos minutos más de lo previsto. Salió del portal y se montó en su coche. Al encender las luces, un volkswagen que acababa de pasar por allí, ávido de una plaza de aparcamiento, dio un frenazo y puso la marcha atrás, pero Emilio había sacado ya medio morro a la calzada, lo que obstaculizaba demasiado la maniobra. Ambos coches quedaron unos instantes jugando al o-te-quitas-o-no-me-muevo, aderezado con algún claxonazo y ráfaga de luces, hasta que al final el volkswagen se marchó, y Emilio detrás, mientras una pareja comenzaba a discutir a gritos en la acera.
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El protagonista de nuestra historia, Álvaro Guerrero, había visto la escena desde su coche en el cruce anterior, o mejor dicho, la había inferido por el juego de luces rojas, blancas y amarillas, y respiró aliviado al ver que ambos coches comenzaban a alejarse poco después. Un escaso minuto antes, el volkswagen había frenado ante la luz recién naranja del semáforo, y por poco no había chocado con él, aunque justo cuando se puso en rojo, el otro coche dio un acelerón y cruzó como un relámpago a la otra manzana. Álvaro canturreó por la fortuna que aquel lance le había deparado, al permitirle encontrar una plaza de aparcamiento como hecha para él a aquellas horas en las que tanto escaseaban. La canción, en cambio, se detuvo en seco mientras Álvaro salía del coche, debido al golpe que la mujer de la discusión dio en la puerta delantera derecha al caer al suelo por el puñetazo que le propinó su acompañante. Éste se avalanzó sobre el cuerpo tendido en el suelo y, entre insultos exacerbados, empezó a patearle el estómago, o todo cuanto pillara, pues la mujer se protegía en postura fetal. Alberto lo vio y corrió a interponerse entre la víctima y su agresor, lo que salvó la vida de la mujer. Lo último que Alberto sintió fue un golpe tremendo en la parte izquierda de la cabeza, que le hizo desmayarse entre un inmenso dolor.
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Al día siguiente, cuando fue incinerado, su hazaña salió en todos los medios.